La Guardia Civil ha alertado del incremento de los casos de hurto por medio del acercamiento de un desconocido que dice conocernos. En tiempos de virus, dice el periodista Javier Moreno, “resulta una estupidez al cuadrado”.
Para Moreno, es trata de una de las modalidades delictivas más complicadas de la actualidad, pues se requiere de una víctima particularmente cándida, que permite que alguien se le acerque y le contagie, y de un delincuente temerario que, por el botín de una cadenita de oro, se arriesga a contraer la enfermedad.
A veces sucede, dice Moreno, que si el botín es de mayor valor, el método del abrazo resulta un buen negocio, como se demuestra con el caso de algún rey dedicado en cuerpo y alma a abrazar cualquier falda que le salía al paso, al módico precio de varios millones de euros. A veces el método se puede complementar con el abrazo a jeques saudís a cambio de comisiones económicas.
Los abrazos, señala Moreno, han dado mucho de sí a lo largo de la historia, pero en estos días no atraviesan su mejor momento. Sobre todo cuando se está al final de la temporada de trabajo en la que los compañeros tendrán que decirse adiós desde la distancia. No obstante, el pasado 4 de junio The New York Time daba el remedio para los más adictos: “Apunten sus caras en direcciones opuestas, la posición de tu rostro es lo más importante. No hables ni tosas mientras abrazas. Y hazlo rápido. Acérquense y abrácense brevemente. Cuando termines, no demores. Retrocede rápido para no respirar en la cara del otro. Lávate las manos después.”