Rafael Pérez Jiménez, catedrático de Teoría de la Señal y las Comunicaciones de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, señala que la revolución tecnológica "no es evitable".
Rafael Pérez Jiménez pone el énfasis en el ya consolidado hábito de hacer un uso intensivo de las tecnología de la información en todos los sectores de la sociedad, algo que aún se ha hecho más evidente durante la pandemia de la covid-19. Sin embargo, apunta que aún es preciso seguir trabajando para hacer entender a la gente los beneficios de estas tecnologías y vencer los posibles miedos.
Esto es así, añade, porque el acceso a las tecnologías es, cada vez más, un factor del bienestar social y económico, por lo que las administraciones deben garantizar el acceso en igualdad a toda la ciudadanía. Así, debe atender la realidad de que la brecha digital va más allá de no tener cobertura, pues es preciso adaptarla a las distintas capacidades de las personas.
Monocultivo turístico
Pérez Jiménez, que es responsable de esta línea de trabajo en el proyecto Canarias Importa, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, indica que las nuevas tecnologías sirven para no volver a caer “en el error del monocultivo”, poniendo de relieve la “dependencia exagerada del turismo” que sufre Canarias. Pero no se trata solo de buscar otros sectores alternativos, sino también de cambiar la forma en que se entiende el turismo, pues el Archipiélago puede ser exportador de tecnologías turísticas: “Aquí hay buenos modelos de gestión que pueden ser exportados”, máxime cuando la situación geográfica es “privilegiada”, con acceso a economías africanas que están creciendo por encima de la media.
Asimismo, las nuevas tecnologías de la comunicación encuentran fáciles vías de expansión en ámbitos como el control medioambiental, el control de las aguas en los puertos o el vínculo entre las infraestructuras portuarias y aeroportuarias.
Papel de las universidades
El experto considera que las universidades son los proveedores naturales del capital humano necesario para la investigación e implementación de nuevas tecnologías, por lo que es “vital” adaptar la formación a lo que demanda la economía.
Su mensaje es que la revolución tecnológica “no es evitable”, por lo que “hay que intentar aprovechar las nuevas herramientas para poder trabajar mejor”. Esto es así porque la disyuntiva es “o nos convertimos en proveedores de servicios de las cosas que sabemos hacer muy bien o tendremos que comprarlas fuera”.