Francisco J. Chavanel
El Gobierno de España aprobará hoy en consejo de ministros facilitar los trámites a todas aquella empresas que deseen deslocalizarse de Cataluña a la vista de la declaración unilateral de independencia que previsiblemente tendrá lugar la próxima semana. El trámite es muy sencillo: la decisión de irse de Cataluña podrán adoptarla los consejos de administración sin convocar a la junta de accionistas, exactamente lo que hizo ayer el Banco de Sabadell.
Hasta el momento dos grandes bancos, con una vigorosa presencia en Cataluña, han decidido colocar su sede fuera de la jurisdicción de Puigdemont y aliados. Son el citado Sabadell y BBVA. Los dos tuvieron importantes subidas en la bolsa de ayer, aplaudidos por un mercado que quiere salvar los muebles en esta hora de incertidumbre. Al mismo tiempo, ambas entidades financieras fueron anatemizadas y señaladas por la Cup, con una llamada a los ciudadanos para que las boicotearan, lo que da una idea precisa de quiénes son los que están al mando del proceso y sus torvas maneras de proceder.
Sin embargo en la tarde de ayer corrió como la pólvora otra noticia que tiene como protagonista al principal banco de Canarias, y uno de los tres grandes a nivel nacional: La Caixa (control del 33% de las cuentas en el Archipiélago, 25% en el resto de España). Más que una noticia es una pregunta: ¿por qué La Caixa, con todo lo que se está jugando, no sigue los pasos de Sabadell y BBVA? ¿Qué es lo que retiene a este monstruo de las finanzas en un lugar en donde podría desatarse una explosión, y dejar en el limbo de la inseguridad jurídica a sus clientes?
Porque esto, parece, todo el mundo lo sabe: si Cataluña se proclama independiente es lo mismo que se declarase habitante de Júpiter, es una entelequia imposible. Pero el grueso de sus clientes se marcharían al entender que sus depósitos correrían peligro en un entorno dominado por el fanatismo y la falta de racionalidad. Y por un derroche arbitrario sin fin. Para que nos hagamos idea del problema basta conocer solamente un dato: El Gobierno de la Generalitat maneja 20.000 millones de euros prestados por La Caixa para mantener sus 500 empresas públicas. 500 empresas son muchas empresas, lo que también explica la megalomanía en la que han caído los líderes del separatismo a lo largo de casi 40 años de hacer lo que les diera la gana sin que Madrid les fiscalizase.
Por lo tanto, la pregunta del millón sería: ¿No se va La Caixa de Cataluña porque está amenazado por Puigdemont, Junqueras y la Cup, que le han avisado de que si se marcha no le pagan la deuda? En círculos privados determinados mandos de la entidad comentan que se irán cuando se declare la independencia unilateral, lo que da mucho que pensar.
El mercado está muy preocupado y es lógico. ¿Estamos ante otro agujero como el de Bankia al que tendrían que hacer frente todos los españoles con sus ahorros? Es obvio que antes o después Caixabank tendrá que desconectar de Cataluña si quiere salvar el grueso de su negocio, pero lo que no está nada claro es si la panda de radicales que gobiernan la Generalitat pagarán la cantidad extraordinaria que le deben. Es probable que no. En ese caso pedirían ayuda al Gobierno de Rajoy, y Rajoy es muy capaz, por ese instinto patriótico tan particular que tiene, de inyectarle esos 20.000 millones del dinero de todos, lo que nos llevaría irremediablemente a otra crisis.
En Canarias la preocupación no es menor. El Gobierno, con la consejería de Hacienda localizada en Tenerife, mantiene unas magníficas relaciones con la entidad que absorbió a CajaCanarias en la traca final de Álvaro Arvelo. Y con el gobierno un montón de empresarios… Todo ellos están deseando que La Caixa se vaya de Cataluña para mantener la tranquilidad en sus presupuestos y en sus finanzas. Pero, desde luego, si se confirma la amenaza de la Generalitat esa tranquilidad tornará en preocupación a la espera de lo que haga el Gobierno de España.
Algo más se ha sabido en las últimas horas. Isidro Fainé, que fuera el máximo dirigente de Caixabank hasta hace muy poquito, se mueve como si fuera todavía el jefe de la manada. Varios periodistas nacionales desvelaron ayer que Fainé se reunió con el Rey de España hace quince días para comunicarle a Felipe VI que tenía la palabra de Puigdemont de que no iba a declarar la independencia unilateralmente y que, además, iba a suspender el referéndum. Son asombrosos los pasillos por los que se mueve el rey de España y la “fiabilidad” de sus informaciones. De confirmarse este extremo, Fainé fue galleguizado y engañado por sus “compatriotas” catalanes, exactamente igual que el “galleguísimo” Rajoy.
La Caixa es un gigante financiero. Tiene acciones en Telefónica, Abertis, Gas Natural, y Prisa, entre otras empresas líderes de España. Hay que sumarle su participación en Aguas de Barcelona y sus magníficas relaciones con Javier Moll de Miguel, dueño del grupo de comunicación Editorial Prensa Ibérica (en Canarias edita La Provincia y La Opinión). Moll, como otros empresarios catalanes y españoles en general, tiene un serio problema con La Caixa.
No pretendo alarmar a nadie pero lo cierto es que ahora mismo es imposible apartar la mirada de las decisiones que pueda adoptar esa empresa bancaria, porque cualquier cosa que decida influirá en sus clientes, en el tejido empresarial español y, puede, que en el Gobierno de Rajoy.