Es un informe certero, claro, contundente... se dan nombres, cosa que no es habitual en una comisión de investigación
Francisco J. Chavanel
Meri Pita ha realizado un excelente trabajo al frente de la comisión parlamentaria que debía dictaminar lo sucedido con la tragedia de Spanair (20 de agosto de 2008), en la que perdieron la vida 158 personas y otras 18 resultaron heridas, manteniendo por encima de un océano de presiones una determinación firme que fue clave para que, por vez primera en este largo trasiego de olvidos, portazos en las narices, retorcimiento de la verdad, se haya alcanzado algo parecido a lo cierto de lo sucedido ese triste día.
Me alegro particularmente por Meri, a la que conocí hace 37 años, peleándose con las imperfecciones del mundo en un sindicato dentro de la entonces Audiencia Provincial de Las Palmas. Siempre la sentí cercana, leal a sus convicciones, una mujer de piedra contra un mundo de piedra. Para mí, su presencia en Unidas Podemos, al igual que la de Javier Doreste, Juan Márquez, Miguel Montero y otros muchos, le dan sentido a una atropellada organización de izquierdas que no siempre es capaz de entender el sistema y sus fisuras y encontrarle una solución a los problemas.
Ya me gustaría que la madurez de la que hacen gala los citados, y otros a los que tengo muy presentes, la tuviera su consejera líder, Noemí Santana, y los que la toleran, soportan o jalean, modelo de depresión ambulante, con importantísimas fallas en su gestión, que resuelve mirando hacia el tendido, echándole la culpa a otros, estigmatizando a quienes la critican. Noemí es un error y un fraude.
Durante mucho tiempo he acompañado en su viaje hacia las profundidades a Pilar Vera, la representante de los afectados por la tragedia. Pilar es mucha Pilar. Es culta, estudiosa, analítica, fuerte, cercana, persistente, aguda…, y respetuosa. Por muy mal que haya ido una reunión, por estrepitosas que sean las noticias, por duras y kafkianas que hayan sido las resoluciones de ministros y gobiernos contra ella y lo que significa ella, en seguida se recupera. En seguida encuentra la salida, el pequeño hoyo por el que asomar y volver a preguntar y repreguntar todo el tiempo sobre la terrible soledad de todos, los supervivientes, los familiares, los que por las noches son invadidos por oscuras pesadillas en una duermevela larga y profunda que pareciera que durara la vida entera.
Supongo que Pilar halla la fuerza en el dolor de los demás. En lo que le dicen, lo que le cuentan, en los nombres de los ausentes que le repiten frecuentemente, en los rostros que ella conocía, en lo que esperan de ella, en la enorme cantidad de desaires con los que se ha topado.
Esta ha sido una aventura para corazones muy fuertes. Desde el principio, los afectados estaban vendidos. Era un asunto que afectaba a las relaciones entre España y Estados Unidos. El embajador de Estados Unidos de la época (Gobierno de Zapatero) se lo dijo muy clarito a Juan Fernando López Aguilar, entonces ministro de Justicia. La responsabilidad no puede recaer en Boeing, le dijo; significaría la pérdida de miles de millones de euros, el cierre de la compañía, probablemente no se construiría más un aparato como ese… España, en nombre de los sagrados intereses que mantenía con los norteamericanos, aceptó el chanchullo, con un ministro grancanario por medio, isla de la que eran originarios la mayoría de los cadáveres.
Ese avión, efectivamente, ya había protagonizado otros vuelos irregulares. Y alguna que otra caída. Y había provocado otras muertes. España miró hacia otro lado. El Gobierno de Zapatero dio órdenes a la Fiscalía para que se retirara del caso, para que no acusara, para que lo dejara desnudo. Pronto el juez se vio solo, sin compañía. La enjundia del asunto era tal que, sin la Fiscalía comprometida, era imposible avanzar. El juez se dio por vencido y cerró el caso.
Luego llegaron las situaciones caníbales. El papelón de la aseguradora, Mapfre, pretendiendo canjear muerte aérea por accidente de circulación. Entre la obsoleta legislación española y jueces que son inútiles para descender al terreno de los humanos, Mapfre se fue ahorrando una fortuna mientras la humillación de las víctimas se iba agigantando, algunas separándose de las otras, transando por su cuenta, perdiendo la unidad, con la compañía aseguradora buitreando con su dolor y esa clase de desvarío que te pide un disparo en la cabeza para terminar de una vez el suplicio y olvidarte de lo sucedido, en el supuesto de que sea posible olvidarse de lo que tu cabeza no quiere.
Fueron episodios brumosos, con la esperanza en franca huida, con el final de los finales escrito en la pantalla, cuando ya no queda siquiera la fe.
Pero en esas, Pilar Vera encuentra el orificio en los últimos gobiernos de Pedro Sánchez. Se fija en Podemos y se fija en Meri Pita…, y cuando parecía imposible, cuando algunos decían que la preparación de Meri no le ayudaba a superar los miles de obstáculos que le aguardaban, la parlamentaria de Podemos nos dio una clase magistral de lo que es mantenerse en pie cuando todos caen al suelo.
Consiguió un dictamen donde se cuenta la verdad, donde se escruta, con detalles, los terribles errores cometidos por Spanair ese día maldito, donde se explican los fallos letales que se están cometiendo todavía en la aviación comercial española, donde se argumenta el deterioro sobrevenido por ahorrar costes a cambio de perder seguridad, y donde se apunta que ese avión en concreto, ese Boeing, era material casi obsolescente.
Y se dan nombres, cosa que no es habitual en una comisión de investigación; se menciona a Magdalena Álvarez, exministra de Fomento, y al secretario general de Transportes en la época, Fernando Palao, y al exdirector de Aviación Civil, Manuel Bautista; y se dice que su “conducta fue negligente”, como negligente fue la actuación de Spanair, de Boeing, de Mapfre: el pecado se escribe con todas las letras.
Es un informe certero, claro, contundente, un dictamen sin fisuras y que merece un aplauso porque llega a ese lugar donde las almas frías frenan su llorar porque alguien, de repente, las ha acariciado.
Ha sucedido algo similar a la justicia y eso es algo a lo que no estamos acostumbrados. Unos 220 votos avalaron el dictamen. Faltaron los del PSOE. Uno no sabe qué pensar: ¿defienden el honor de Magdalena Álvarez, el de Palao, el de Bautista? ¿Qué honor les queda a esos tres si la trilogía está metida hasta el fondo en distintos casos de corrupción?… ¿Qué defiende el Partido Socialista? ¿Una condena de eterno silencio sobre un caso en el que vendió a todas las víctimas de la tragedia? ¿Sus relaciones con Estados Unidos; el arcano temor de que se abra una investigación contra Boeing?… Duele el dolor que causa esta nauseabunda política.
Falta por pasar un último examen. La votación con los 350 parlamentarios en el hemiciclo. No se prevén cambios. Los socialistas aún están a tiempo de salvar su tétrica actuación. No soy optimista. Me alegro por Meri y por Pilar, por Pilar y por Meri. Por su visión y por su fortaleza que mueve el acero. Y por ese ejército silencioso de víctimas que en el brillo de la noche encuentra el placer “ilegal” de sentirse comprendido. Y digo “ilegal” porque en este país se hace cruel tener razón cuando la muerte de ciudadanos se mezcla con juramentos mafiosos a los que llaman “intereses de Estado”.