Comentario inicial de Marian Álvarez en El Espejo Canario.
Sin matemáticas y sin esfuerzo no hay paraíso. Ciencia, investigación, tecnología, digitalización. Esas son la claves del nuevo rumbo, no sólo en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, como vimos el pasado viernes, sino en la sociedad en general, y en la canaria en particular. Al menos así debería ser, y en ello coinciden todos los que se supone que saben cuál es el camino para que nuestro Archipiélago diversifique su desarrollo económico, reduzca sus altas tasas de desempleo, o de empleo precario, y consiga una mejor calidad de vida.
Pero lo que no cabe en este planteamiento es pensar que eso se puede lograr sin las matemáticas, y sin esfuerzo. Y esos dos riesgos acechan cuando de manera, a mi entender carente de lógica, se propone que el alumnado pueda llegar a la Universidad sin haber superado los contenidos básicos de algunas de las asignaturas de su itinerario escolar; y cuando se ensaya que la asignatura de matemáticas pueda dividir su tiempo y fusionarse con otras materias de la misma rama, como ocurre por ejemplo, en la Comunidad Valenciana.
El sistema tiene que dotarse de herramientas pedagógicas, que ya existen, para que los niños vayan felices al colegio, como dice nuestra consejera de Educación, Manuela Armas. Porque aprender no está reñido con la diversión, ni con la felicidad, sólo está reñido con quien no sabe enseñar o con quien no tiene las herramientas para ilustrar con calidad.
La pedagogía ha dado pasos de gigantes. Muchos buenos profesores se dan de bruces con un sistema en el que otros muchos ven en la innovación un esfuerzo que ellos no quieren emprender. ¿Cómo vamos a transmitir la cultura del esfuerzo si está ausente en quienes tienen que dar ejemplo en el entorno familiar y en el entorno educativo?
Si, España y Canarias necesitan una revolución educativa, una verdadera y desde los cimientos, no ocurrencias ocasionales ni experimentos con gaseosa, que sólo introducen confusión en el sistema y sus objetivos. Mientras esa revolución no llega, el éxito educativo que necesitamos para enfocar nuestro sistema productivo y formar generaciones de espíritu crítico e inquieto tiene dos claves que siguen siendo las mismas a lo largo de la historia: comprensión lectora y pensamiento matemático.
Sólo hay que echar un vistazo a los altos índices de abandono de las carreras con base matemática, las ingenierías y tecnológicas, para entender que el sistema no está bien orientado hacia ese camino de ciencia, investigación y digitalización que cambien el futuro de Canarias. Este fracaso tiene su origen en la malinterpretada teoría de que el aprendizaje no debe requerir esfuerzo, y en una cultura que rechaza las matemáticas porque no ha sido capaz de enseñarlas con éxito.
El reto es, además, que las jóvenes se sumen a las vocaciones científicas y tecnológicas, más allá de las áreas de la salud, y superar la brecha de género que nos encontramos en la elección de las carreras universitarias que están llamadas a cambiar el rumbo de nuestra comunidad.
La gamificación no es una novedad pedagógica, hace tiempo que sabemos que se puede y se debe aprender jugando. Lo que resulta completamente incomprensible a estas alturas es que tengamos que poner el acento en que aprender no es un juego.