Las periodistas Marian Álvarez y Javier Moreno debaten sobre algunos de los factores que ayudan a explicar por qué una persona puede llegar a quitarle la vida a sus hijos.
Moreno señala que una de las capacidades más difíciles de adquirir es aquella que, en apariencia, se presenta como la más sencilla: distinguir a las personas de las cosas. Precisamente porque se nos representa como algo tan fácil, solemos pensar que ya tenemos el asunto resuelto, “pero no es tan sencillo, porque buena parte de nuestra cultura y, sobre todo, de nuestro lenguaje se empeña en mostrarnos lo contrario”.
El periodista recuerda que utilizamos posesivos como “mi” o “su” para referirnos a personas, como sucede cuando hablamos de “mis hijas”, “mi esposa”, “su marido”. Si bien una lingüista podría argumentar que se tratan de simples formas de expresar una relación, “lo cierto es que eso no hace que dejen de ser posesivos, porque, de hecho, es el uso más frecuente”. Así, “al decir ‘mi novia’ puedo dar a entender que tengo una serie de derechos y eso puede llevar a una confusión porque, de hecho, no tengo ninguno”.
En el caso de este padre que, presuntamente, ha quitado la vida a “sus” hijas, es posible que, precisamente, haya pensado en ellas como “mis” hijas o, más probablemente, las hijas de “su” esposa. Se trata, señala Moreno, del fenómeno de la “cosificación”, por medio del cual ponemos el acento sobre de quiénes son las personas y no sobre las personas mismas: “Pero a la hora de la verdad, las que han muerto no son las hijas de nadie, sino Olivia y, probablemente, Anna. Y eso son nombres propios, valores en sí mismos, es decir, con derecho a que no se las use como un medio para conseguir cualquier otra cosa”.