Las periodistas Marian Álvarez y Javier Moreno debaten sobre uno de los sentimientos más populares y que contribuye, mucho más que cualquier ayuda pública, a la dinamización de la economía.
La envidia, señala Moreno, es un sentimiento secundario, es decir, a diferencia de la tristeza, no se nace con él, sino que es preciso construirlo culturalmente. Y su construcción, señala, no es tan sencilla, porque lleva entre dos y tres años enseñar a un niño, o una niña, a que se compare con los demás. La comparación, concluye, es el componente necesario de la envidia y, sin él, no habría posibilidad alguna de sentirla.
“Cada persona es única e incomparable”, señala el periodista, por lo que el primer trabajo de la envidia consiste en tirar piedras contra el propio tejado: nos prestamos a ser comparados renunciando a la unicidad: “Ahora somos rebaño”. De forma similar, cada isla de un Archipiélago, pongamos por caso Canarias, es única, pues “no hay dos que sean lo suficientemente parecidas para poder ser comparadas”, salvo que “algún partido político, pongamos por caso uno insularista, tenga por programa político la eterna comparación”.
Un “rebaño”
Así, señala Moreno, lo “absolutamente normal” es que dos islas sufran de forma desigual los efectos de una pandemia como la covid-19, pues sus circunstancias son muy diferentes. Sin embargo, podría existir alguna personas envidiosa e, incluso, “un partido político completo”, que se empeñara no en reparar su propia situación, “sino en alardear en las redes sociales de su propia envidia y convirtiendo en rebaño, de paso, a aquellos a los que dice defender”.