Los nuevos datos que conocemos de las múltiples escuchas del ex comisario Villarejo, ese extraterrestre personaje que trabajaba para el bipartidismo según conviniera repartir la porquería entre unos y otros, nos llevan directamente a las cloacas del Estado.
Francisco J. Chavanel
Los nuevos datos que conocemos de las múltiples escuchas del ex comisario Villarejo, ese extraterrestre personaje que trabajaba para el bipartidismo según conviniera repartir la porquería entre unos y otros, nos llevan directamente a las cloacas del Estado.
Soy consciente de que cuando hablamos de las cloacas del Estado hay personas que sienten cierta repulsión. Esa repulsión no es porque les desagrade conocer cómo funcionan realmente los tentáculos de los distintos gobiernos democráticos que hemos tenido, sin por algo mucho peor: porque en la superchería, en los cuentos que les han contado desde pequeños las cloacas del Estado no existen, no existe malevolencia tan enorme en la tierra para que un estado vigile a ciudadanos u a otros políticos con el objeto de chantajearlos en su beneficio.
Eso está muy bien y y estaría muy bien si sirviera para algo creer en las princesas, en los príncipes, y en los negritos buenos que se sientan a la derecha de Dios Padre. Por desgracia para todos hasta los héroes de Marvel se corrompen, toman drogas, hacen el amor caprichosamente, a veces mediante violaciones, roban, entienden el libre albedrío de los demás como algo que hay que someter. Nos vendría mejor que nuestro dios fuese el del Antiguo Testamento: salvaje, prepotente, iracundo, soberbio, laxo por completo en determinadas relaciones sexuales, capaz de las mayores atrocidades, alguien que está todo el día cabreado con el ser humano. Ese dios es creíble en un mundo moderno. Los humanidad hace política así, a su imagen y semejanza.
¿Cómo se nos queda el chaleco cuando sabemos ahora que para derrotar a Podemos, tanto Villarejo como el PP iniciaron una estrategia de descrédito basada en la mentira? ¿Cómo se nos queda el chaleco cuando lo que soporta esa mentira, que desarrollan y despliegan la inmensa mayoría de los medios de comunicación del país, se basa en informes policiales falsos?
¿Se percatan de lo que digo? Informes policiales falsos. La llamada “policía patriótica” del ex ministro del Interior del PP, Jorge Fernández, hombre de la confianza de Rajoy, montó una especie de GAL, con dinero procedente del Estado, o sea: de todos los españoles, donde el objetivo principal era desacreditar el process catalán y cargarse a Podemos. Para ello el ministro ordenaba fabricar en las cloacas conservadoras informes falsos firmados por policías vivos, que daban la cara por una causa nauseabunda.
Conocíamos la otra versión. Lo que se hizo en tiempos de los GAL, cuando estos mataban con balas de verdad, en vida política de Felipe González, y de siempre hemos conocido las cloacas de Rubalcaba y después de Ábalos. En Canarias hemos contemplado los ascensos de algunos fiscales en pago de servicios prestados, también por informes muy de parte, o hemos visto la llegada la UCO, de guardias civiles de la Península, para servir a oscuras causas políticas, con detenciones asombrosas, causas asombrosas, causas sin auto de inicio, ni grabaciones, ni grabadora, ni nada que pueda ser sustentado en un estado de derecho.
A mí me lo dijeron en su despacho dos grandes fiscales con poder en plaza, “Este caso, señor Chavanel, nos lo hemos inventado”. “No había caso, no había informes, no había clasificación de los datos, no había pruebas; todo lo que teníamos eran unas grabaciones sin matriz original; y lo que tuvimos que hacer fue montarlo de cero para que pareciera un caso y no se rieran de nosotros después de haber imputado a 100 personas”. Eso me lo dijeron a mí, en privado, dos de los investigadores del caso Unión. Por eso se archivó como se archivó. Con la firma por parte del principal acusado de que nunca acudiría al Supremo a revolver la porquería a cambio de su libertad sin juicio de por medio.
Policías, y fiscales, que hacen informes falsos para hundir a partidos políticos y a personas de esos partidos políticos. Eso es lo que le ha pasado a Pablo Iglesias. ¿Y que cree la izquierda que fue el caso Góndola, el caso Faycan, el caso Grúas, o el caso Eólico, aparte del mencionado caso Unión? Manipulación de pruebas, desaparición de pruebas, informes falsos para engañar a jueces que, en muchos casos, no tenían ni diez minutos tranquilos en su azarosa vida laboral.
En una conversación privada uno de los investigadores del caso Eólico. Un policía nacional con cargo en plaza entonces y ahora. “¿Sabe por qué me han apartado del caso?” Porque le he dicho al inspector general –de nombre Narciso Ortega- “que esta no es la forma de llevar un procedimiento. Primero nosotros escuchamos las conversaciones, y después las vamos cortando y trasquilando a nuestro antojo para que el juez no conozca el contexto. Y lo que antes era normal, cuando el juez lo escucha se convierte en anormal. Y después, lo que hace, es que toma una decisión de prisión, de ir a juicio, en base a informes falsos o mutilados por parte de la policía”.
Llevo contando esto desde 2007. No me negarán que he sido pertinaz y pesado. A veces me he preguntado si estaba loco al decir lo que he dicho y sufrir las consecuencias de un montón de persecuciones. Y, por supuesto, he tenido que padecer sentencias que no han buscado otras cosa que demolerme y callarme. Por corporativismo y para protegerse. Pero hay algo de lo que nunca dudé: de que en todos esos casos se actuó de mala fe, en contra de la presunción de inocencia, y en contra del Estado de Derecho. Hay policías, fiscales, y guardias civiles que hacen informes falsos porque los pagan algunos indeseables que forman parte de la clase política. Para mí es cómo ver la resurrección de Lázaro: es la constatación de que algunas heridas impregnadas en mi alma tienen cura y pueden cicatrizar.
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