El campo canario se queda sin jóvenes

Viñedos en Gran Canaria | Foto: ARCHIVO

Viñedos en Gran Canaria | Foto: ARCHIVO

Theo Hernando, secretario general de Asaga Canarias - Asaja, augura un serio problema a medio y largo plazo a medida que se vayan produciendo las jubilaciones.

El campo canario se queda sin jóvenes, según señala Theo Hernando, secretario general de Asaga Canarias – Asaja, que destaca que solo un 16% de los titulares de explotaciones agrarias en las islas tiene menos de 45 años. Por contra, el 61% de las explotaciones está en manos de personas que superan los 65 años. 

Afirma que la actual crisis de las materias primas ha hecho que se mire demasiado lo que está ocurriendo en el presente, pero, aparte de esta coyuntura, “hay una situación muy preocupante a medio y largo plazo cuando se produzcan las jubilaciones”.

Hernando señala que el relevo generacional no es suficiente, porque no compensa las jubilaciones, algo que se viene sufriendo desde hace muchísimo tiempo, cuando la economía canaria se transformó en una economía de servicios que absorbió gran parte de la mano de obra.  

Cambios tecnológicos en el campo

Señala que ya no hay ningún motivo para que los jóvenes rechacen las actividades agrarias y ganaderas, porque gran parte de la dureza del trabajo se ha superado con los cambios en las tecnologías, las infraestructuras o las automatizaciones. 

No obstante, reconoce que falta información y, sobre todo, formación para la población. A este respecto, afirma que muchas personas se aventuran a crear una explotación agraria sin conocer los pormenores del negocio, con modelos de gestión inadecuados para el sector. A este respecto, indica que una explotación en el campo se rige por reglas similares a las de cualquier otro negocio.

Altos precios del suelo

Hernando reconoce que uno de los grandes inconvenientes para iniciar una actividad agraria o ganadera son los altos precios del suelo debido a la presión urbanística producto del turismo. 

Asegura que se ha especulado muchísimo con el suelo, convirtiéndolo en el más caro de Europa, a 80.000 euros por hectárea, cuando la media española es de 13.000. Con estos precios, muy poca gente puede acceder a un terreno, salvo que tenga en mente la posibilidad de que se pueda urbanizar: “Es aquí donde deberían actuar las políticas públicas”.