El docente Antonio García expone los beneficios del uso de este dispositivo en la educación primaria.
La calculadora no tiene por qué ser una enemiga en el ámbito de la enseñanza primaria, por lo que no debería existir tanta reticencia para su uso por las personas que están estudiando matemáticas. Así lo cree el docente Antonio García, que aboga por dejar que el dispositivo realice los cálculos más complejos, para liberar así del tiempo necesario para poder profundizar en la asignatura.
García señala que, desde que se «democratizó» el uso de la calculadora, por la bajada de precio en los años ochenta, el dispositivo ha tenido un difícil encaje en la enseñanza primaria, «por el miedo del profesor a perder algún prestigio». Pero, al contrario, se trata de una herramienta «que no sirve si no se poseen conocimientos matemáticos, porque la calculadora no piensa».
Ganar tiempo
Por tanto, la calculadora no debe ser una enemiga, sino «la amiga del docente», porque se necesita disponer de tiempo para aprender y entender las matemáticas, «y ese tiempo no se debe perder en hacer cálculos».
Recuerda que, en cualquier caso, el alumnado usa la calculadora cuando se tiene que enfrentar a operaciones que la requieren, porque «nadie usa este dispositivo para un cálculo fácil de hacer con el pensamiento».
Aboga por ganar tiempo para la enseñanza de las matemáticas en el aula y dedicarlo a aplicar los conocimientos de las matemáticas en otras áreas de la vida, como por ejemplo el mundo financiero.