Esther Torrado, profesora investigadora del departamento de Sociología y Antropología de la ULL, señala que se introducen a los ocho años y a los doce ya son consumidores habituales.
Siete de cada diez menores varones canarios consume pornografía de forma habitual, según señala Esther Torrado, profesora investigadora del departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de La Laguna y miembro del instituto universitario de estudios de las mujeres.
Nativos del porno
Afirma que se trata de una situación «sin control» en la que comienzan a registrarse los casos de «nativos del porno», es decir, menores cuya primera experiencia sexual se realiza consumiendo este tipo de contenidos y no a través de relaciones directas con otras personas. El caso es que los menores comienzan a consumir pornografía a la edad de ocho años y a los doce ya son consumodres habituales.
Torrado señala el estrecho vínculo que existe entre el consumo pornográfico y el incremento de la violencia contra las mujeres, como señalan los datos del Ministerio del Interior. A este respecto, indica que no solo se trata de las violaciones grupales que aparecen en los medios de comunicación, sino también de innumerables casos de sexting y de agresiones de todo tipo.
Falta de seriedad y recursos
La experta apunta que la pornografía supone una ruptura del vinculo empático entre hombres y mujeres, porque a través de las imágenes violentas, los menores piensan que los cuerpos de las mujeres y las niñas están a disposición de los varones: «Es algo muy preocupante».
Considera que la cuestión no se está abordando con suficiente seriedad ni se están poniendo los medios necesarios. Recuerda que no existe un plan nacional contra el consumo del porno como no lo hay contra la trata de mujeres, «cuando sabemos que los consumidores de pornografía acabarán siendo consumidores de prostitución».
A su juicio, debe dejarse en manos de expertos la formación de los menores y abordarlo desde las primera etapas y con la participación de padres y madres; «En este país todo el mundo cree que sabe de educación afectivo-sexual y no es cierto».