Francisco J. Chavanel
Francisco J. CHAVANEL
Los jefes socialistas se preguntan quién y cuántos les votarán cuando termine la presente legislatura. Saben que la osadía de Sánchez, arropada por toda la organización, tendrá un coste político de consideración, que esto puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Se necesita mucha suerte, muchos acontecimientos en positivo, para salir vivos en esta selva.
Desde que las izquierdas mataron a los dioses y a las religiones suelen encomendarse a la ética y al sentido de la deontología. El pacto de Sánchez con unos políticos delincuentes carece de cualquier ética. Sería sorprendente que su actuación no obtuviese un castigo dentro de su grupo de simpatizantes y votantes.
Las justificaciones que escuchamos son excesivamente blandas, sin el peso suficiente para ganar una discusión. Que el Partido Socialista se haya quedado sin poder en las distintas autonomías españolas te lleva a una situación desesperada: mantener el poder en el Gobierno de la Nación porque prácticamente es lo último que te queda. Para ello te abrazas a los delincuentes, cediendo lo sensato y lo insensato, hincando las rodillas en una derrota incómoda y muy difícil de asumir. ¿Vale la pena? En este medio tenemos serias dudas.
Otra justificación: el feminismo cercano al PSOE abraza el acuerdo antes de permitir que el PP gobierne con el apoyo de VOX. El problema no es Feijoo, son los machirulos de Abascal. Se entiende este pensamiento. Los enemigos del feminismo son ellos, claramente. Son la referencia para un buen número de jóvenes que niegan la violencia de género. ¿La negarían si no existiese un partido político que cree en la supremacía del hombre sobre la mujer? Y también son la referencia para mujeres que se comportan exactamente igual que algunos machistas, y para hombres que resuelven los problemas de igualdad amenazando, coaccionando, y matando a sus pareja. Este planteamiento me parece más sólido que el otro, pero aún así pervive el problema de la ética. Sin ética no hay izquierda humanista ni progresista. Hacer del fin justifica los medios tu forma habitual de actuar es nauseabundo y es otra forma de dictadura. Ningún cerebro sano puede aceptar decisiones que van contra tus propios compromisos, o contra la Constitución que juraste aceptar.
Pedro Sánchez antes de gangrenarse con los quinquis separatistas catalanes tenía dos soluciones: la primera intentar llegar a un acuerdo con Feijóo para que le prestara el voto de siete diputados para no pasar por el arco de la vergüenza. Lo más probable es que Feijóo rechazase el acuerdo con cualquier excusa, que es lo habitual en las relaciones envenenadas que mantienen los dos principales partidos de España. Pero el gesto hubiese gustado en la sociedad, hubiera mostrado su intención de no recurrir a la barbarie para salir del apuro. Y eso, seguramente, le hubiese dado votos y respeto ante el electorado.
La segunda solución era repetir elecciones después del primer paso antes comentado. Si ya había hecho lo extraordinario en la campaña en la que logró bloquear lo que parecía un triunfo seguro del PP, ¿por qué no intentarlo por segunda vez cuando la opinión pública había presentado múltiples objeciones sobre el candidato Feijoo?
Lejos de lo que aquí se dice Sánchez fue a buscar al delincuente a Waterloo con una rapidez inusitada, cerrando un camino que ya había iniciado antes de la convocatoria de las elecciones autonómicas. No lo pensó ni poco ni mucho. Lo tenía muy claro desde el principio. De ahí esa risa loca con la que se desató en el Parlamento riéndose de la fingida ternura de Feijoo, que despreció el pacto con los golfos por “amor” a la democracia.
Hay una legislatura por delante para demostrar que la ética y el respeto a los valores constitucionales tienen un valor. Nosotros creemos que ese valor existe dentro del corpus de la inmensa mayoría de los votantes socialistas que, dudo mucho, olviden la situación a la que su líder nos ha llevado a todos.
Depender de la suerte cuando la crisis económica aumenta, cuando Europa te mira raro por tu defensa de Palestina en plena cara de Netanyahu, con los precios en las cosas básicas subiendo de forma peligrosa, con un país fracturado, y un gobierno dividido, con familias de derechas y de izquierdas dentro de él que, por si fuera poco, reclaman marchase de España a través de un referéndum vasco y catalán, es honestamente jugártela a la ruleta rusa. Y a veces la bala explota en la cabeza. No sé si dentro de 4 años existirá el Partido Socialista.
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