María Salmerón, doctora y coordinadora del grupo de salud digital de la Asociación Española de Pediatría, señala que la directriz es cero pantallas hasta los seis años y solo una hora al día entre los seis y los doce.
Con el objetivo de aprender a utilizar las tecnologías de forma positiva y disminuir los riesgos que conlleva su uso inadecuado, la Asociación Española de Pediatría (AEP), ha revisado el Plan Digital Familiar, una guía de recomendaciones adaptada a las necesidades de cada familia y a la edad de los menores que la componen.
«En la actualidad ya nadie duda de que los medios digitales afectan a la salud a todos los niveles, y a cualquier edad», explica la doctora María Salmerón, coordinadora del grupo de trabajo de Salud Digital de la AEP. «En 2016, la Academia Americana de Pediatría alertó por primera vez del impacto del mundo digital sobre la salud, y en estos últimos años han ido aumentando progresivamente los ensayos clínicos que corroboran este vínculo», añade la experta.
El impacto del uso excesivo de pantallas en la infancia y adolescencia es multifactorial, afectando a diversas áreas relacionadas con la salud y el bienestar, que reducen la calidad de vida.
Se han detectado problemas con el sueño, con aumento de la somnolencia diurna y disminución de la somnolencia nocturna; con la alimentación, con dietas menos saludables y favoreciendo el consumo de alimentos hipercalóricos; en la actividad física, en la que se ha demostrado que los adolescentes que ya tienden al sedentarismo pasan más tiempo usando pantallas.
No menos importante es el riesgo cardiovascular, por la falta de ejercicio físico y con el riesgo de desarrollar síndrome metabólico; y la fatiga visual, con patologías como el ojo seco, la picazón ocular, el lagrimeo, la sensación de tener un cuerpo extraño en el ojo o la visión borrosa.
Nuevas evidencias
La nueva evidencia científica afirma que existe una fuerte asociación entre el tiempo que los padres pasan frente a la pantalla y el de sus hijos, sobre todo durante las comidas y en el dormitorio. Además, estos estudios han relacionado ese tiempo de pantallas de los progenitores con la frecuencia de rabietas en sus hijos para llamar su atención.
“El uso de dispositivos por parte de los padres en los tiempos de crianza dificulta la interpretación de las necesidades de los hijos, generando malestar en la infancia y adolescencia expresado como rabietas o alteración de la conducta”, añade la pediatra.
«Toda esta evidencia científica nos ha llevado a actualizar las recomendaciones por edad del uso de pantallas», explica Salmerón.
Como explica María Salmerón, «la función de la familia en la protección del impacto de las pantallas en sus hijos es importante. Sin embargo, sería una irresponsabilidad como medida de protección a la infancia que toda la responsabilidad recaiga sobre ellas. Hay dos razones fundamentales: el tiempo que los niños pasan en otros ámbitos como el sistema educativo y que hay familias que, por diversas circunstancias previas o sobrevenidas, carecen de la capacidad de llevar a cabo esta función». Por ello, la AEP urge medidas para luchar contra el uso excesivo de pantallas a las administraciones, tanto a los gobiernos como al sistema educativo. Sería pertinente declararlo un problema de salud pública. De lo contrario, «los menores de colectivos vulnerables serán los que tengan mayor afectación en la salud y el desarrollo», concluye la especialista en pediatría.