El jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín, José Luis Hernández, señala que cada vez se atiende más a “sanos infelices”, personas que no padecen ninguna enfermedad pero que están a disgusto.
A su juicio, la sociedad está llena de estos “sanos infelices”, que no requieren tratamiento, “pero que están a disgusto en su trabajo, en sus relaciones, en sus actividades sociales y piensan que si acuden al médico les van a dar una pastilla que les va a cambiar la vida”. En su opinión experta, son sufrimientos derivados de la vida cotidiana: “No sé si hace años había más tolerancia a la frustración y ahora nos hemos metido en una espiral de conseguir muchas cosas” sin darnos cuenta de que “la vida es más difícil”. Esta frustración produce malestar, que se suma al hecho de vivir en una sociedad “muy competitiva, que debemos sustituir por cooperación”.
Su solución es la “sensatez” a la hora de afrontar demandas como “el último teléfono móvil, el piso en propiedad, un coche que no está a nuestro alcance” y que se olviden de la “pastilla de la felicidad” porque no la hay.
Tal vez esto pueda explicar parcialmente el alto uso de ansiolíticos, que en Canarias no es superior a la media española. La otra explicación podría ser, en su opinión “un tema de costumbres y de práctica médica que estamos intentando cambiar”.
Aunque no hay pastillas para la felicidad, sí las hay para la depresión, una enfermedad “a veces grave” que puede acabar en suicidio para el 8% de los que la padecen: “Tener medicación para ello es un gran adelanto de la ciencia. El Prozac inauguró una serie de antidepresivos muy eficaces que han salvado muchas vidas. Pero no es la pastilla de la felicidad”.
El “machismo” hace que las mujeres sufran más depresión
Señala que las mujeres padecen más depresión que los hombres. Así, quince de cada cien mujeres va a sufrir una depresión a lo largo de su vida. Estos datos se repiten en toda Europa y no tienen relación con las “hormonas” sino con la “desigualdad a la que la sociedad somete a la mujer: los sueldos, el rol que tiene que hacer de madre, esposa y trabajadora. Todo eso va pasando factura. Seguimos estando en una sociedad machista, y eso machaca, desde niña va pasando factura”.
Sin embargo, considera que las mujeres están mejor preparadas para afrontar la enfermedad mental: “Los hombres somos más torpes que las mujeres para mostrar las emociones, pedimos menos ayuda, somos más tontos, tenemos menos lenguaje emocional y más vergüenza”.
Estigma
Considera que las enfermedades mentales siguen teniendo cierto estigma: “la enfermedades de los nervios” suena duro. Explica que socialmente no es lo mismo decir que se padece del corazón que de una enfermedad mental: “Es nuestra obligación y de los medios de comunicación luchar contra eso”.
Sin embargo, la visión social ha ido cambiando: “Hace 19 años la unidad de ingresos psiquiátricos estaba en El Sabinal, y antes en el Hospital Psiquiátrico, y ahora estamos en un hospital general, que es donde debemos estar”. Sin embargo, hace diez años se hizo una encuesta entre los profesionales del hospital sobre qué les parecía que Psiquiatría estuviera allí y “más de la mitad consideraron que deberíamos irnos de allí”. En su opinión se debe a “miedos atávicos a la locura”. Sin embargo, “el enfermo mental no es más peligroso que el individuo normal”, y para defender esa idea “hemos luchado mucho y hemos avanzado mucho. Debo presumir que en Canarias ya no hay manicomios. En el País Vasco, sí”.
Más suicidios
Afirma que los suicidios han subido en Canarias y España. Así, con datos de 2013, Canarias era séptima en número de suicidios. Fue ese el años de mayor suicidio en mujeres en los últimos 20 años, “fue escandaloso” y ha ido asciendo en los últimos años. A su juicio, “hay un dato incuestionable: la crisis económica. Los relatos que veo en mi consulta estos últimos años son terroríficos. Hay una correlación entre igualdad y sufrimiento personal”. La solución es crear “sociedades de mayor igualdad, de mayor diálogo”. En esta sociedad, desde luego, la homosexualidad no debe ser considerada una enfermedad: “Hay que ser un energúmeno para defender que la homosexualidad es una enfermedad”.