Hablamos con Marcos Gómez Sancho, anestesista jubilado y coordinador del Plan de Cuidados Paliativos de Canarias.
El especialista considera que, siguiendo las directrices de la Organización de la Salud, Canarias necesita veintiún médicos, treinta y siete enfermeros, nueve asistentes sociales, diez psicólogos y cincuenta y nueve camas dedicadas a los cuidados paliativos, unas cifras que están "bastante lejos de lo que tenemos". Se trata de un objetivo que podría comenzar a alcanzarse porque Gómez Sancho acaba de entregar su Plan de Cuidados Paliativos a la Consejería de Sanidad y podría estar aprobado en las próximas semanas.
Uno de los principios rectores de este Plan ha sido la "equidad", pues se observa que los pacientes pueden recibir un trato distinto según vivan en una isla capitalina o periférica, en el norte o el sur, en zona urbana o rural, etc. Por tanto, "una guía del borrador ha sido la equidad y la justicia en el acceso".
"Acompañamiento social y humano"
Los cuidados paliativos, señala, no consiste exclusivamente en quitar el dolor al paciente terminal, se trata, más bien, de "el acompañamiento social y humano en los últimos momentos de su vida, en una atención total, tanto a los problemas físicos como a los de la esfera espiritual y psicológica". Y no solo a los pacientes, "sino también a sus familiares, que a veces lo pasan peor que los enfermos". Es frecuente que esta atención a los familiares se prolongue más allá de la muerte del paciente.
Asimismo, la atención en cuidados paliativos no consiste en ayudar a morir, sino "ayudar a vivir hasta el último instante". Así, en muchos casos, la solución no consiste en "acabar con el paciente, sino quitarle el dolor". Asegura que "quien pide morir está pidiendo que le quiten el dolor, que lo cuiden, que tengan compasión y que no se le considere una carga para la sociedad".
Pionero en España
Marcos Gómez Sancho es pionero en España en los cuidados paliativos y a él se debe la creación de una de las primeras unidades en nuestro país. Llegó a esa especialidad después de una "crisis". Siendo anestesiólogo sufrió una hernia discal en cuya operación resultó afectado por una infección en las vértebras, "con una mortalidad potencial del 50%, lo que me obligó a estar seis meses en cama". Al salir de esa situación le ofrecieron trabajar en el tratamiento del dolor "y acepté el reto". Afirma que pronto se dió cuenta de que las personas no sufrían solo por el dolor y, gracias a un curso en Italia, comprendió que lo que se requería eran cuidados paliativos integrales. Cuando se jubiló, el consejero de Sanidad del Gobierno canario le propuso hacer un plan "y no pude decir que no, como el último servicio que puedo prestar a la sociedad canaria".
Asegura que la dedicación a los cuidados paliativos exige "vocación" y desarrollo de "la empatía y la compasión". Los que a ellas se dedican son profesionales "muy motivados a ser amables, que es una parte muy importante del tratamiento". Considera que vivimos en una sociedad "tanatófoba" que teme a la muerte: "A medida que hemos ido curando más cosas, la muerte ha pasado a la clandestinidad". Así, "cuando llega el momento nos pilla por sorpresa, porque lo hemos rechazado de nuestra mente. Cuanto más pensemos en la muerte, más felices seremos en la vida".
Asegura que el futuro son los cuidados paliativos porque "hablamos de enfermos crónicos avanzados con complejidad, que van a predominar cada vez más".