Comentario inicial del programa de radio El Espejo Canario
La actuación de cinco presidentes de Cabildos —todos de Coalición Canaria o adheridos a las políticas de CC—, firmando el pasado miércoles en La Laguna un documento a favor de la triple paridad, es lo más lamentable que ha ocurrido en la política canaria desde hace muchos años. Los cinco: Carlos Alonso, Pedro Sanginés, Marcial Morales, Belén Allende y Casimiro Curbelo han quedo retratados para la posteridad como especímenes egocentristas e insolidarios, garrapatas políticas incapaces de levantar la mirada y percatarse de que estamos en una región, mientras que ellos representan el insularismo más rancio.
Nos duele utilizar estos calificativos en los casos de Pedro Sanginés y Marcial Morales, pero, desde luego, dos personas racionales como ellos no hacía falta que hicieran ostentación alguna de los privilegios que poseen. De la misma forma hay que destacar la ausencia del presidente de La Palma, Anselmo Pestana, el cual, con conocimiento de causa y premeditadamente, huyó de la vergonzosa foto, consciente de su significado.
En el caso de la ausencia del presidente grancanario, Antonio Morales, la cosa todavía es más penosa. El actual presidente de la Fecai ni siquiera fue invitado. Los organizadores de la aberración dieron por hecho que Morales no acudiría pero no le dieron oportunidad alguna para que el propio protagonista decidiera. Por aquí no somos de la cuerda de Antonio Morales, como todos saben; sin embargo, es incalificable la falta de respeto del quinteto con el presidente que representa a una isla de 850.000 habitantes, al que ni siquiera convocan siendo, como es, el actual presidente de la Federación de Cabildos. A Morales había que darle la oportunidad de decir sí o no, lo que quisiera, y no de boicotearlo como lo harían unos tramposos que acusan de sectarismo a otro sectario aplicando un sectarismo mayor.
Y luego está el tono. Utilizando expresiones bélicas propias de otros escenarios, los cinco presidentes amenazan, suponemos, a los otros partidos políticos y a sus parlamentarios, con toda una guerra si se cambia la ley electoral en el seno del Congreso de los Diputados o en la comisión del Parlamento de Canarias. ¿Una guerra de qué tipo? ¿Van acudir a sus casas, les van hacer un escrache, les van abrir un dossier para conocer sus intimidades, los van a extorsionar, a montar manifestaciones, a contratar un pistolero…? ¿Qué es lo que quieren decir con eso de que no van a permitir un cambio en esa ley absurda que impide que esta región sea realmente una región?
Los malos modos de determinados presidentes de cabildos ya los vimos hace meses en la comisión correspondiente del Fedecan. Recuerden las palabras de Carlos Alonso y de Casimiro Curbelo insultado e intentando chantajear con expresiones propias de matones a aquellos parlamentarios que osaron dudar del reparto de los 160 millones de euros según la norma de la triple paridad… Recuérdenlo. Les levantaron la voz, les provocaron, actuaron como los dueños de un chiringuito a los que no se puede replicar.
Fernando Clavijo puede presumir de su Fedecan. Ha conseguido dividir al PSOE pero, desde luego, no ha sido una aportación inteligente para una Canarias unida y responsable. Los presidentes de los Cabildos nunca lo han visto tan claro. Repartir fondos según la triple paridad significa no repartirlos según el criterio más lógico, y el que se utiliza en todo el universo, que es el de la población, sino según el territorio, aunque ese territorio sea pequeñito, estrechito y vivan en él solamente el 18% de las personas que habitan este Archipiélago. Al Cabildo de Tenerife, y a Carlos Alonso, un diseño así le interesa: todo lo que sea bloquear el progreso de su querida enemiga, Gran Canaria, le favorece. Al fin y al cabo, el progreso de Tenerife se basa en la falta de competitividad de Gran Canaria y viceversa. El Fedecan ayuda, la incongruente gestión de Antonio Morales también suma.
A Coalición Canaria, como estructura política fragmentada que sobrevive purísimamente gracias al reparto de fondos procedentes de subvenciones, los dineros del Fedecan suponen atender a su mercado, a sus conmilitones, tener tranquila a la tropa, adormecerla con el opio de una economía regalada. Las islas pequeñas, salvo casos aislados, no se ganan lo que tienen gracias a su inventiva, imaginación, esfuerzo, su trabajo y su esfuerzo. Se lo ganan porque se lo han regalado, porque tienen un cuento perfectamente montado desde la triple paridad que las iguala, pese a aportar lo poco que aportan al PIB, a las islas mayores. Ese es el chollo y por ese chollo están dispuestas a matar. Hablo fundamentalmente de las Islas de la provincia oriental, dependientes por completo del pesebre, a excepción y no del todo, de la isla de Tenerife.
Desde aquí mantenemos lo siguiente a sabiendas de que no nos van hacer maldito caso. Pero lo escucharán obligadamente. Tendrán que escucharlo aunque no les guste… Lo escucharán y les escocerá: el papel de los Cabildos no está para dividir a las Islas ni a la región; su papel se limita exclusivamente a organizar su isla de origen, nada más. No es intervenir en la política del Archipiélago, ni decirle al gobierno regional lo que tiene que hacer, y menos a los parlamentarios que representan a los distintos partidos políticos.
Estos Cabildos, tal como están configurados, desvían sus competencias y desvían su verdadera personalidad. Su violencia a la hora de defender una injusticia los convierte en caciques enfermos que han descubierto el oro del Rhin. Hay que plantearse de una vez por todas la necesidad de los Cabildos. ¿Para qué los queremos si ya tenemos un Gobierno autonómico? Los cabildos se crearon en 1912 por parte del Gobierno de España de la época para evitar los conflictos permanentes que existían entre las Islas. Pero no había Gobierno autónomo. No tiene ninguna lógica mantener los onerosos gastos de una estructura tremendamente costosa y amplia como es un Gobierno de Canarias y, al mismo tiempo, y en paralelo, siete Cabildos que tienen prácticamente las mismas competencias del Gobierno. Y no sólo eso: tienen la voluntad de suplantar al propio Gobierno como hemos contemplado con el caso de la triple paridad.
No es posible tener todo. No es posible tener los privilegios de un Cabildo y practicar partidas mendicantes con los ciudadanos de cada una de las Islas y, al mismo tiempo, mantener como un fortín una ley electoral que condena al 82% de la población a una situación antidemocrática, robándosele su auténtica representación y, en ese robo, hurtándole también una buena parte del dinero que sale de sus impuestos.
Canarias es por esta razón una región insolidaria que castiga a sus hijos por el lugar de su nacimiento. En algunos sitios hay que luchar ferozmente para salir adelante; en otros, basta con poner la mano. En esas islas insolidarias se les grita a las que tienen mayor población sin respeto alguno. No sólo se benefician de este maldito juego sino que además se burlan y hasta se permiten el lujo de intentar extorsionar. Resulta imperdonable esta actitud enloquecida.
Bajo nuestro punto de vista, no es posible la coexistencia de Cabildos y Gobierno de Canarias. O una cosa o la otra. Ese es el debate. Y no es posible Cabildos con esta ley electoral que sólo funciona como un escudo de su protección. El Espejo apuesta por este debate. Y aunque sea un pecado mencionarlo en esta tierra de asaltacaminos, nosotros apostamos por un gobierno fuerte y por la desaparición de los Cabildos, más después de la insolidaridad demostrada. Habría que ser masoquista para ser el mantenedor de tres islas como mínimo y reírles las gracias y los insultos.
Y, desde luego, esperamos el milagro de un cambio sustancial en la ley electoral. Es el momento. Las distintas fuerzas políticas debieran de ser valientes y generosas a la hora del acuerdo para cerrar una ley que se cargue los topes electorales, que ponga en marcha una lista regional a votar en todas las Islas por igual, y que esa lista no se limite exclusivamente a diez parlamentarios.
Señores: vayan más lejos y propongan una solución de verdad. 28 parlamentarios regionales, en una sola lista; 28 a elegir por cada isla, 4 parlamentarios para cada uno. ¿A qué no hay lo que hay que tener para enfrentarse a la realidad, enfrentarse sobre todo a tu partido, seas socialista o conservador del PP, a tu partido en cada uno de las Islas, donde unos y otros, da igual que sean de derechas o de izquierdas, se sienten fantásticamente protegidos por esta ley gamberra?
Lo que han hecho estos cinco presidentes de Cabildos tiene que ver con el matonismo y con el filibusterismo político. Los partidos ajenos a Coalición Canaria no pueden permitirlo bajo ningún concepto. Es una razón más para cambiar cualitativamente la ley. Es un escupitajo al sentido común, es una patada contundente al centro de la región. No lo podemos permitir, no se puede permitir, hay que poner a estos caraduras en su sitio.