Editorial de El Espejo Canario
Coalición Canaria ha logrado del Gobierno de la Nación unos 1.400 millones de euros repartidos en los presupuestos de los próximos tres años. A eso hay que añadirle el control del antiguo impuesto del IGTE, que supone 160 millones de euros anuales; el desanclaje del REF del Estatuto de Autonomía, lo que permitirá una negociación aparte; y el compromiso de Rajoy de resolver el peliagudo asunto de la financiación del Archipiélago a partir del próximo otoño. No está nada mal. Casi podríamos decir que es un tesoro si lo comparamos con lo que teníamos. Es obvio que el voto de Ana Oramas es estratégico y que nos devuelve una parte sustancial de aquello que se nos había arrebatado durante la penosa legislatura en la que un canario, José Manuel Soria, fue ministro. Incluso se nos abren puertas no visualizadas como el desanclaje del REF y la posibilidad de lograr una financiación autonómica a la altura de la media nacional. Estamos hablando de unos 700 millones de euros más por año. Constituiría un serio respiro a esta etapa que vivimos de deterioro de servicios esenciales para los ciudadanos.
Hemos felicitado a Coalición Canaria por su negociación y ahora nos disponemos a felicitar igualmente a Nueva Canarias que, al fin, ha salido de la cueva del nonismo para atreverse a hablar con un partido de derechas anteponiendo los intereses generales a su propia ideología. Eso es, al menos, lo que queremos pensar. Ya veremos qué es lo que ocurre en los próximos veinte días y si esta puesta de escena —con comisiones negociadoras por los dos bandos— va en serio o sólo es una máscara para calmar a una ciudadanía que ya está harta de tanto ombliguismo por su parte.
Nueva Canarias ha quedado para el final, después de que vascos y CC pactaran sus ajustes, y ese final es saludado por sus cabecillas como la mejor situación posible para arrancar un acuerdo extraordinario. Nosotros lo dudamos. Nueva Canarias va a recorrer la carretera ya transitada por Coalición Canaria. No hay mucho más que rascar ahí. Ha reclamado 450 millones de euros en distintos apartados y que se abra el melón del Estatuto y, con él, la Ley Electoral. Lo último tiene un mal futuro. El Estatuto no se negociará al margen del resto de Estatutos, ya que eso pondría en pie de guerra a las demás comunidades españolas; y la Ley Electoral no puede plantearse desde una visión peninsular porque eso colocaría en una posición incómoda a Coalición Canaria. Y en estos momentos, guste o no, CC es el socio del PP, lo de NC está por verse. En el supuesto caso de que Pedro Sánchez gane las elecciones internas del PSOE y, con ello, provoque una moción de censura para desalojar al PP del Gobierno, los conservadores cuentan con 175 votos y, entre ellos, está el de Ana Oramas. Pensar que Pedro Quevedo podría apoyar a Rajoy, votando en contra de sus compañeros de ideología de izquierdas, es pensar que Donald Trump es uno de los personajes más moderados del planeta. Esta cuestión pesará lo suyo durante la negociación.
Por otra parte, lograr 450 millones más a lo ya conquistado por CC es sumamente complicado, considerando que 350 millones es la primera aportación del Estado en la ficha financiera de los próximos presupuestos para 2017. Lo normal es que Nueva Canaria roce los 100 millones de euros en distintos convenios y será ahí cuándo tenga que decidir si eso le vale o si, por el contrario, hace lo de siempre: mutis por el foro, enfundarse en el protocolo del victimismo y decir que todo el mundo es malo menos ellos… Esa es precisamente la razón por la cual Quevedo negocia: para romper esa mala imagen de nonismo que se les ha quedado desde que Antonio Morales está en el Cabildo, y desde que el abrasivo personaje pretende dictar todas las políticas de de Nueva Canarias.
El rapapolvo de Podemos en el Cabildo ha causado su efecto; el hecho de que Morales haya decidido por su cuenta y riesgo gobernar con dos tránsfugas lo debilita en la organización. Su debilidad fortalece a Román Rodríguez y a Quevedo, siempre más proclives a acuerdos y entendimientos con otras organizaciones.
Aquí ya lo hemos contado en varias ocasiones. En agosto de 2015 el Gobierno de Canarias lo iba a presidir Fernando Clavijo y lo iba a vicepresidir Román Rodríguez. Ambos habían llegado a un acuerdo imposible que resolvía los problemas del nacionalismo suscitados desde la creación de NC en 2005. Cuando supo de dicho acuerdo Antonio Morales montó en cólera, mostró una irritación irracional e hizo valer el precio de sus votos —lo que él llamó “sus votos”—, 107.000 en total que le dieron la presidencia del Cabildo. No hubo gobierno, se perdió una posibilidad histórica y, desde entonces, no hemos visto otra cosa que el rostro enfadado y extrañamente radical de Román Rodríguez prometiendo por todas las esquinas de Canarias que él iba a sacar de la Presidencia a Clavijo. El resultado ya lo conocen: Román ha hecho de Clavijo un hombre y Nueva Canarias vive en el apartheid de su isla originaria, rodeada del descrédito, de la conmoción de una gestión fracasada, de la sensación creciente de que no tiene un proyecto regional.
Como ven, hablamos de dos necesidades. Si CC y NC se pusieran de acuerdo tendríamos gobierno nacionalista en Canarias otros veinte años más, pero que no tiemblen los amantes de la metrópoli, o de los partidos nacionales. Eso todavía está muy lejos y es probable que nunca lo veamos.
La verdadera oportunidad canaria para luchar contra el apartheid al que nos ha tenido sometido el PP durante los años 2011 y 2015 era una coalición de intereses de los dos partidos de bandera canaria. Una coalición por encima de las personas, de sus ombligos, de sus resentimientos y de su visión atrofiada de la realidad. Tenían que haber negociado juntos y no cada uno por separado. Negociado juntos y separarse después si querían. Negociado juntos y luego volver al combate, si es eso lo que deseaban sus brutales conciencias.
Entonces lo hubiéramos conseguido todo. La financiación autonómica, la devolución de todo lo esquilmado, el REF anclado en la Constitución, 700 millones de euros más todos los años. En cuanto a la Ley Electoral, todos estamos de acuerdo en que hay que cambiarla; en lo que no estamos de acuerdo es cómo hay que cambiarla. En ese cómo radica el secreto de la discusión. Si se bajan o no las barreras insulares y regionales, si hay o no hay una lista regional —que NC ahora, sorprendentemente, no quiere—, si se rompe mucho o poquito la triple paridad. Por lo tanto, no toca en este instante discusión alguna con Madrid. Las discusiones nos debilitan.
Desde EL ESPEJO damos nuestro apoyo a Nueva Canarias para que logren su objetivo y mejorar así la ficha financiera. Al margen de otras consideraciones: el hecho de que se dispongan a negociar casi es noticia. La otra noticia, la de que han conseguido un acuerdo con el partido que gobierna España, la esperamos, la deseamos, pero no estamos nada seguros de que tal logro se ensamble considerando los antecedentes. Nada nos gustaría más que no tener la razón en este apartado.