«¿Avanzadilla o resistencia?»

Alumno escribiendo en una pizarra | Foto: ARCHIVO

Alumno escribiendo en una pizarra | Foto: ARCHIVO

Comentario inicial de Marian Álvarez en El Espejo Canario.

Por Marian Álvarez


Las imágenes de la invasión de las tropas rusas en Ucrania tienen demasiada definición. Es como si sólo reconociera la guerra en color sepia… Es como si la alta definición que hemos sido capaces de alcanzar con la tecnología televisiva, no tuviera una correspondencia con la evolución social de la humanidad.

Los que vivimos en el primer mundo nos creíamos que la siguiente guerra sería la de Las Galaxias. Nos hemos dado tal golpe en la frente que nos ha llevado un siglo atrás. Tenemos cerebros que nutren la más sofisticada tecnología militar, pero no sabemos relacionarnos. El mundo está enfermo, pero el problema no es físico, es mental.

Ustedes dirán que soy una friki, pero a lo mejor esto no es evolución. Esta mañana me miré al espejo y me pregunté ¿quién soy? ¿Se lo suficiente del 69? ¿Esta sensación es la misma que sentía la hippie que cambiaba armas flores ((Y el plus para el salón). Yo soy una ingenua, pero como sigamos así, el Apocalipsis se cumple.

Esa misma sensación de anacronismo que me transmiten las imágenes de la enésima guerra rusa es la que tengo cuando contemplo nuestro sistema educativo. ¿Pero en qué siglo estamos en la Escuela Pública? ¿Alguien ha oído hablar de la neurociencia educativa? La neuro educación parte de la base de que no todos los procesos de aprendizaje ni todas las respuestas emocionales son iguales y que, teniendo en cuenta la plasticidad del cerebro, podemos adaptar el sistema de enseñanza para evaluar y mejorar la preparación del que enseña y para ayudar y facilitar el proceso de quien aprende. La neuro educación ha permitido confirmar o desmentir algunos aspectos clave que podemos tener en cuenta a la hora de plantear el proceso de aprendizaje.

Y pese a todo esos descubrimientos, y la perspectiva clara de que caminamos hacia una nueva etapa, en la que necesitamos otro tipo de profesionales, en las escuelas seguimos produciendo la misma mano de obra, los mismos patrones, con las mismas herramientas. ¿Qué oportunidades les estamos dando? Ni por acción ni por omisión, me niego a contribuir una nueva generación perdida, frustrada. Y ya van dos.

La Educación es el primer sistema que debe transformarse, pero nuestro Sistema Educativo se resiste al cambio. La Educación se resiste a la transición social y económica. ¿Pero es cierto o no que avanzamos hacia una nueva era? ¿Y cómo piensan hacerlo, con los métodos del pasado? ¿Pero ustedes se han dado cuenta de lo distinto que es el mundo que hay aquí afuera?

En Educación estamos pervirtiendo el concepto de Innovación, porque innovar no es hacer las cosas de otra manera con el mismo o peor resultado. Digo yo que para que sea innovador tiene que suponer también una MEJORA de los resultados. Hace poco que estoy en el sistema, es el séptimo año escolar de mi hijo, y yo no veo la MEJORA por ningún lado. Y no hay mejora, porque en la Educación no hay democracia real, sino ficticia.

Nuestra Educación ni practica la democracia, ni enseña la democracia. Y lo que es peor, los colectivos que componen la comunidad educativa, no somos iguales, ni valemos lo mismo, ni tenemos los mismos derechos ni las mismas armas. No hay nadie tan ingenuo, ni siquiera yo, que crea que un sindicato tienen el mismo poder que un ampa… Ni el mismo tiempo, ni la misma capacidad de dedicación… ¿Cómo vamos a ser iguales si para el funcionario es trabajo y para mi es tiempo libre? ¿Para cuando el estatus de las madres y los padres que se involucran en la educación?

Una maestra puede llamarte a tu teléfono particular, a la hora del día que a ella le venga en gana para decirte que tu hijo se ha portado mal en clase porque habla mucho y no se está quieto. Pero para hablar con ella, tu tienes que pedir cita por correo electrónico y la atención estará limitada al primer y tercer lunes de cada mes entre las 16.00 y las 18.00 horas (siempre y cuando no coincida en festivo, día de libre disposición, o cualquier otra incidencia más relevante).

A mi hijo le gusta escribir con la cabeza apoyada en la mano, es como si le ayudara concentrarse. No es sano, siempre estoy intentando explicarle que ese tipo de posturas, mantenidas en el tiempo, son malas para el cuerpo. Higiene postural se llama. A principios de este curso una maestra le insistía en que se pusiera derecho porque esa actitud era de mala educación. Día tras día, clase tras clase. En una ocasión, fue la maestra quien se apoyó, y mi hijo le dijo que debía incorporarse porque esa postura era de mala educación. Ese día Álex se quedó sin patio. ¿Qué fue lo que mi hijo aprendió?

En la escuela todo el mundo se cree con derecho a opinar si las familias estamos educando bien o no a nuestros hijos, pero nosotros no tenemos el derecho de cuestionar lo mismo a un docente, ni mucho menos decirle a un inspector que no se sabe las leyes de cuyo cumplimiento es el garante. Hay declarada una guerra en mi centro porque en el Consejo Escolar (que se convoca cuando el equipo directivo quiere y con el orden del día que el equipo directivo quiere) opiné que hacer escribir 100 veces ‘me portaré bien’ no es una medida ni eficaz ni educativa; o que no es educativo amenazar y castigar al alumnado con no salir al patio.

Se supone que las familias tienen unos derechos individuales y bla bla bla… Se supone que las familias pueden constituirse en asociación y tienen unos derechos como colectivo y bla bla bla… ¿Les cuento un secreto? Las leyes no se cumplen. ¿A que no se lo esperaban? ¿Y saben por qué no se cumplen? Porque las familias no pueden pagarse los abogados.

La normativa referida a la Educación, en nuestro país y en nuestra comunidad, incluye a las familias como colectivo de pleno derecho en la comunidad educativa. Pero en la práctica, la Administración sólo contempla a las familias como un colectivo al que adoctrinar para que se conviertan en herramientas al servicio de sus fines. No al servicio de una Educación de Calidad e Inclusiva, sino al servicio del modelo político del partido de turno que Gobierna.

Los padres y las madres de la educación pública somos considerados comunidad educativa siempre y cuando tengamos una actitud sumisa, colaborada y cooperativa con lo intereses de los docentes, de los equipos directivos, de la inspección, y de los distintos egos, compromisos y fidelidades que nos vamos encontrando a medida que subimos en el organigrama político de distribución de cargos de la Consejería de Educación (omito Universidades, Cultura y Deportes) del Gobierno de Canarias.

Basta con echar un vistazo a la oferta de programas o proyectos que lidera la Consejería de Educación y que dicen que están orientados a las familias. Familia y Participación Educativa o Educar en Familia… Yo lo resumiría en una única formación: ¿cómo ponerte a mi servicio, mantenerte entretenido y que no estorbes?

Las familias, apenas que tengamos criterio propio, ya no somos comunidad educativa. Apenas que tengamos ideas, propuestas y conocimientos que supongan un riesgo para el status quo del resto de colectivos de la comunidad educativa, nos convertimos en una minoría a la que no hay que prestar atención porque en realidad ¿Qué saben los padres y las madres de Educación?

Sabemos de Educación lo mismo que de Medicina, y somos tan responsables de la salud de nuestros hijos e hijas como de que su educación sea integral y eficaz. Las familias que no se ocupan de cubrir las necesidades básicas de sus hijos e hijas corren el riesgo de perder su tutela y hasta su patria potestad a favor de una administración que se presume perfecta, aunque esos niños y niñas sigan viviendo vulnerables bajo el paraguas del Estado. Y creo que ya hay suficientes ejemplos que confirman que la tutela del Gobierno está llena de riesgos.

Hay muchas minorías en la escuela: hay docentes comprometidos, técnicos cualificados, profesores motivados, profesionales muy bien formados, con inquietudes y con ganas; hay muchas personas con principios, con valores, con sueños, que desde su pequeño marco de actuación entienden la necesidad del cambio y ponen su granito de arena, cada día, para enfocar el objetivo.

Pero estas minorías tienen las alas cortadas por los que conforman el status quo, por gente acomodada al papel funcionarial, que ha perdido la ilusión y la vocación; por gente que no quiere asumir que la enseñanza ya ha cambiado, y mucho menos quiere hacer el esfuerzo de adaptarse al cambio. Y después está la cúpula política que retuerce el concepto del esfuerzo para que le salgan bien las estadísticas.

A dos progenitores por cada uno de los 300.000 alumnos de la escuela canaria… las familias no deberíamos ser una minoría, pero hay que reconocer que no todas las familias tienen ni los mismos conocimientos, ni las mismas facilidades ni siquiera el mismo tiempo para involucrarse. El sistema está diseñado para que las familias no puedan empoderarse y ejercer el papel que deben jugar en el aprendizaje de sus hijos. El sistema está diseñado para que las familias crean que los Gobiernos saben lo que hacen.

A estas familias, que quizás aún no se han parado a pensar en las alternativas que tendrán sus hijos, porque la urgencia es en poder llevarles el pan a la mesa, les pido que miren a los treintañeros de hoy, licenciados universitarios, los mejores preparados de la historia, en la cola del paro y viviendo con sus padres.

Las familias no somos minoría, pero además, esa gente que habita en las escuelas y en los despachos, convencidos de que otra educación no sólo es posible, sino urgente, también son padres y madres y también quieren lo mejor para el futuro de sus hijos como lo peleo yo para el mío.

Aparquemos a los vagos, a los que se aprovechan del sistema, a los que sólo piensan en lo que les queda para jubilarse y a las fuerzas políticas que tejen lealtades a cambio de favores. Esos no pueden ser los que lideren el cambio ¿Y si los apartamos y allá ellos con su inmovilismo? ¿Y si los que quedamos somos una mayoría ¿Y si nos organizamos? ¿Avanzadilla o Resistencia? Dignifiquemos la escuela pública.