Comentario inicial de Marian Álvarez en El Espejo Canario.
La evolución de la sexta ola de la pandemia de Covid19 en Canarias continua en tendencia alcista. Las jornadas festivas, las compras navideñas, las celebraciones y el frío incrementarán los contagios, y si nadie lo remedia, los ingresos hospitalarios. La incertidumbre se nutre además con la aparición en las islas del primer caso de infección con la variante ómicron, de la que se divulgan muchas y opuestas tesis que nos impiden desarrollar una predicción mínimamente garante sobre su incidencia.
Cierto es que la presión en las UCIS no es la misma, pero no estamos ni mucho menos en el pico de esta nueva curva epidémica y apenas existen restricciones normativas más allá de que determinados sectores de actividad puedan establecer, por propia iniciativa, que se cuente con certificado de vacunación para acceder a sus locales y servicios.
La novedad la tenemos hoy en la posibilidad de vacunar a los niños de entre 5 y 12 años con una dosis específica infantil de Pfizer que estará disponible a partir del 15 de diciembre. No es baladí apuntar que los datos nacionales apuntan que los menores de 12 años, el único grupo poblacional que falta por vacunar, es ahora mismo el colectivo que registra las incidencias más elevadas (498 casos por 100.000 habitantes a 14 días). En la estrategia de vacunación, a la que hemos confiado todas nuestras esperanzas, coincidirá la administración de dosis de refuerzos pautadas para mayores de 60 años y para aquellos que fueron vacunados con monodosis.
Con unos índices de vacunación superior al 85% de la población diana en las Islas creíamos que a estas alturas la crisis sanitaria ya estaba superada y podíamos volver a la normalidad anterior a la pandemia de covid19. Y en esas estábamos, tratando de recuperar la actividad perdida (especialmente la turística), cuando la realidad ha vuelto a darnos en las narices.
Nos hemos confiado al abrir nuestras puertas al turismo sin mayores controles en los aeropuertos, y es innegable, porque la incidencia por municipios y los ingresos hospitalarios confirman que es en el entorno turístico donde se acumulan los mayores porcentajes de infecciones. Lo hemos repetido una y otra vez en El Espejo Canario, donde también han mostrado su preocupación sobre este aspecto regidores municipales como la alcaldesa de San Bartolomé de Tirajana, Conchi Narváez.
Era necesario y somos conscientes de que había que posibilitar la actividad en la hostelería, en el deporte, en el ocio… pero con garantías. Y no ha sido así, porque pudo haberse hecho mejor dado que las herramientas a nuestro alcance (pruebas diagnósticas rápidas, pasaporte de vacunación, etcétera) no suponían un freno a la llegada de turistas y visitantes si se hubiesen establecido en tiempo y forma. Al final donde único hemos mantenido la tensión de las restricciones ha sido en las escuelas, e incluso en ellas el incremento de casos sigue pasando factura.
Con la situación de los países de nuestro entorno más cercano, e incluso los lejanos, era fácil predecir que terminaríamos sufriendo también los rigores a los que ahora nos condena el agravamiento de la situación en Reino Unido teniendo en cuenta el peso que tiene el turista británico en nuestro PIB.
Al ir alcanzando mejores resultados de vacunación nos hemos relajado en la gestión de la pandemia. Quizás no es criticable porque no se puede mantener eternamente el nivel de tensión al que se ha sometido a todo el sistema (económico, social, sanitario…) al que se ha sumado también la gran presión de la erupción volcánica en La Palma.
Las incomprensibles resoluciones de la sala del TSJC en Santa Cruz de Tenerife han dejado al Gobierno autónomo un tanto noqueado, sin herramientas y sin iniciativa. La solicitud voluntaria del pasaporte covid por parte de la hostelería, que con acierto ha aprobado una sala de Las Palmas de Gran Canaria, puede que no sea suficiente para afrontar lo que está por venir de esta sexta ola.
También hemos insistido a lo largo de toda la gestión de esta pandemia que no parece justificado tener recursos sanitarios ociosos, sean públicos o privados, para hacer frente a este jaque al sistema de salud. Por cierto, hace tiempo que no oímos hablar del comité científico que asesora o asesoraba al Ejecutivo.
Junto a la vacunación, las dosis de refuerzo y el sentido común (mascarilla, higiene y distancia), hay otras herramientas y otros sectores a los que podemos involucrar en la lucha contra la pandemia especialmente en estas fechas de mayor movilidad y interacción social. Los test de antígenos de autodiagnóstico (relativamente asequibles) y los profesionales de farmacia, pueden jugar un papel decisivo para minimizar los riesgos de contagio.
Parece imprudente no contar con los farmacéuticos como parte importante de la red de alerta epidemiológica; también echamos en falta una campaña específica de promoción que recuerde que también tenemos test de autodiagnóstico de venta en las farmacias como herramienta de responsabilidad individual antes de reunirnos con familiares y amigos.
No cabe duda que para frenar la pandemia debemos contar con una estrategia con múltiples acciones, sin dejar de lado cualquier alternativa que ayude a minimizar los efectos de este nueva batalla que libramos en la guerra contra el covid.