Comentario inicial de Marian Álvarez en El Espejo Canario.
Por Marian Álvarez
El artículo 4 de la Ley Canaria de Educación sostiene que el sistema educativo de Canarias se configura como un sistema inclusivo orientado a garantizar a cada persona la atención adecuada para alcanzar el máximo nivel de sus capacidades y competencias; y como un sistema equitativo que garantice las condiciones de aprendizaje adecuadas para evitar que las desigualdades sociales y económicas impidan el éxito escolar. Lamento tener que empezar el programa de hoy diciéndoles que es mentira: la educación en Canarias ni es inclusiva ni es equitativa.
No hay igualdad en la educación. Hay una realidad para las familias con hijos e hijas normotípicos, aquellos que están dentro de determinados parámetros y no precisan de un apoyo educativo específico, y otra muy diferente para aquellos cuyos hijos tienen alguna dificultad añadida. Incluso hay desigualdad en los derechos que se garantizan en función de que se acceda a la educación pública o la concertada, aunque ambas se financien con el mismo dinero de los impuestos de todos y todas.
Hay niños y niñas con necesidades educativas especiales, escolarizados en Aulas Enclave en los colegios públicos ordinarios, que no están siendo atendidos con todos los recursos que pudieran garantizarles el desarrollo de sus capacidades, no estamos haciendo todo lo que tenemos que hacer para que se cumplan sus derechos. Los estamos condenando, estamos impidiendo que alcancen sus más altos grados de autonomía y tengan el mejor futuro a su alcance. Y lo hacemos porque son una minoría.
Lamento tener que decirles que esto a nadie le parece un escándalo, hay muchas personas que pueden estar escuchando en este momento y pensando que no es para tanto, que hay otras prioridades sociales. Para quien no me conozca he de reconocer que lo relacionado con la infancia me puede. Por eso sólo puedo contemplarlo desde la más absoluta vergüenza, es una bajeza social que no seamos capaces de dar y garantizar lo que estos niños necesitan para que potencien sus capacidades y alcancen su plenitud.
El periodismo y los medios de comunicación tenemos fines sociales que cumplir, pero los hemos olvidado porque estamos sometidos a una dinámica mercantilista. Si no hay clic, no hay audiencia y si no hay audiencia no hay dinero. Las minorías no generan clics, por lo tanto no dan dinero. Yo me quedé en la idea romántica de la profesión: el periodismo y los medios de comunicación tienen el deber de dar voz a las minorías y cuestionar la actuación de los gobiernos cuando sus derechos son sistemáticamente vulnerados.
El oficio de periodista nos otorga un paraguas de derechos y libertades, pero también de obligaciones para con la sociedad a la que servimos. Al menos yo me lo estudié así. Junto a la defensa de la verdad, los medios deben comprometerse con la defensa de los derechos de los demás, especialmente de aquellos más vulnerables como son los mayores, los niños, o cualquier colectivo minoritario que vea sistemáticamente violentados sus derechos fundamentales, como la mujer, los migrantes, el colectivo LGTBI, etcétera.
¿Discriminamos al distinto? ¿Imaginan que se pudiera justificar la discriminación racial por falta de presupuesto? ¿Imaginan que se pudiera justificar la discriminación de género por falta de presupuesto? ¿Y por qué la falta de presupuesto (recursos humanos y materiales) puede servir para justificar la discriminación a la que se somete a los niñas y las niñas con necesidades educativas especiales?
Esto es lo que nos trae hoy hasta aquí, difundir la realidad de quienes no por ser minoría tienen menos derechos. Es al contrario, los que más dificultades tienen, y por tanto más cercanos a la vulnerabilidad, deberían ser prioritarios en el día a día.
La ciencia está haciendo su trabajo, ya no son un misterio. Ya hay nombres y apellidos para su realidad,: trastornos graves del desarrollo, discapacidad intelectual; trastorno del espectro autista, trastornos de la comunicación, trastornos graves de conducta. Sabemos cuáles son sus necesidades, y ya sabemos cuáles son los métodos y las herramientas para garantizar que alcancen la mayores cuotas de autonomía que cada uno pueda alcanzar.
No hay excusas, las prioridades de quienes pueden cambiar las cosas están claras: somos extraordinariamente rápidos a la hora de implementar la innovación que genera ingresos y fiscalidad, pero descaradamente lentos para aplicar los descubrimientos de la neurociencia educativa.
Si al conjunto de familias normotípicas nos aterroriza pensar que sería de nuestros hijos si nosotros no estuviéramos, no soy capaz de imaginar la impotencia y frustración de las familias con hijos con especiales dificultades en su desarrollo y autonomía. No quiero mirar al diferente sintiéndome aliviada de no ser yo, rechazo la pena y la culpabilidad. Quiero una relación con esas familias de igual a igual.
En su trabajo de fin de máster Universitario de Profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato, Formación Profesional y Enseñanza de Idiomas. Orientación Educativa Modalidad Innovación Educativa, Itziar Guerra Monzón expone que “La inclusión educativa se ha hecho popular y se ha convertido en un referente necesario en cualquier centro educativo que esté a la altura y se adapte de manera correcta a los tiempos en los que vivimos. Sin embargo, para la mayoría esta idea de inclusión es aún, un referente vacío de concreción y compromiso, una de esas buenas intenciones con un sabor de boca amargo cuando se comparan con la práctica de los hechos cotidianos. De nada vale entender y formar a profesionales y personas inclusivas si después no se traslada a la práctica. Necesitamos que este hecho sea más que un deseo”.
El programa de hoy busca empatizar con esas realidades y contribuir a que la equidad, la inclusión y la igualdad no sea un deseo, pero mucho menos una herramienta de marketing. Se es o no se es inclusivo, no caben porcentajes, no valen las medias tintas. Las cosas por su nombre.
Si se dan las condiciones, pero no hay integración, estamos hablando de discriminación.