La página web www.change.org, puesta en marcha por un grupo de demócratas defraudados por el sistema electoral canario, empezó hace apenas una semana una campaña para sensibilizar a los ciudadanos de esta estafa. En estos momentos ya son casi 30.000 las personas inscritas en la página. Es el primer paso para desarrollar una ley de iniciativa popular con el peso de 50.000 firmas, algo que está al alcance del contribuyente. No es la primera vez que los ciudadanos sacan adelante una ley de iniciativa popular, ni la segunda ni la tercera que dicha iniciativa es prostituida por las fuerzas que mandan en el Parlamento. Pasó con Veneguera, donde de no construir nada salió un acuerdo para construir un mínimo de 5.000 camas, y pasó con otras iniciativas de carácter ecológico, que ni siquiera fueron discutidas. Si este Parlamento destaca por algo es por su desprecio a la voluntad popular.
Este Parlamento es la verificación perfecta de la prostitución democrática al constituirse sobre la base de unas elecciones manipuladas de antemano, en la creencia de que las islas menores deben tener el mismo poder que las mayores, que las mayores han de tener el mismo poder entre sí, y que todas juntas forman una entelequia de solidaridad y respeto mutuo que causa asco la pretensión y más asco aún la forma de obtener ventaja el insularismo más feroz.
Nuestros políticos no entienden esto ni quieren entenderlo. No quieren entenderlo porque viven muy cómodos “respetando” a pequeñas comunidades que luego tienen el poder omnímodo de cambiar gobiernos. Lo tenemos delante de las narices. El PSOE perdió las elecciones por enemistarse con uno de los suyos, Casimiro Curbelo, en La Gomera. CC depende de los palmeros para cerrar su pacto con los socialistas. Si los nacionalistas conejeros no cierran un pacto con el PSOE se quejarán a la central, Tenerife, de graves incumplimientos y querrán que el pacto regional se venga abajo.
Es imposible construir una región con este tipo de comportamientos.
Votamos cada uno de nosotros en la isla en la que estamos empadronados. Y el voto no vale igual que el de otra persona exactamente igual que nosotros. Hay grupos que entran en el Parlamento con 3.000 votos, y otros que no entran por 54.000. Es inconcebible que líderes que se presentan ante la ciudadanía como seres racionales defiendan este robo a mano armada a la voluntad popular.
El concepto isla, sobre el que se ha articulado una especie de religión, ya está suficientemente amparado en los cabildos insulares, con sus vastas competencias, sus fichas financieras, y sus extraordinarias ramificaciones sobre todas las áreas productivas de cada isla. Mezclar este concepto con la elección del presidente de la comunidad y con la elección de los parlamentarios que deben discutir los problemas de la mayoría, no sólo es perverso sino que también es una trampa.
Las islas ya están representadas suficientemente a través de los cabildos. Si lo que pretendemos es darles lo mismo a las menores que a las mayores en virtud de un artificio electoral que, a fin de cuentas, viene a ser el café para todos con el que se inició la Transición, y que ahora concluye con unas autonomías históricas borrachas de ego, y sin afecto alguno a la nación española, en Canarias pasa algo parecido. El ombligo está en la isla, el corazón está en la isla, la cabeza está en la isla, y eso quiere decir que estamos enanos y casi muertos para los grandes dramas presupuestarios que debemos afrontar en nuestra autonomía.
Esta ley está marchita. Humilla a más de 1.700.000 canarios, y los somete a 400.000. El grado de sometimiento se convierte en una sesión sádica cuando comparamos el poder de ese 1.700.000 con los 130.000 de La Palma, El Hierro, y La Gomera, tres islas que viven en su mayoría de las subvenciones y del cuento chino. No hay posibilidad de región, por mucho que se esfuercen algunos políticos como Saavedra o Rivero, por mucho que nos esforcemos nosotros, si no tiramos al mar lo que nos desune y nos aleja. Si queremos ser una autonomía, una verdadera comunidad hay que pensar en canario con mayúscula y para eso hay que elegir a un presidente entre todos… Un hombre, un voto, como en cualquier democracia que se precie. No digo que sea la totalidad de la lista, pero al menos ha de ser un 50%.
Es sorprendente como grupos tan críticos como Podemos y Ciudadanos apenas digan nada sobre esta lacra, lo que demuestra que poco saben de la realidad que viven. Sólo Ciudadanos ha levantado últimamente la voz al sentirse prisionero en una cárcel sin salida.
Debiera de ser una de las luchas de la temporada. Una lista regional compuesta por la mitad de la cámara. Una única lista. Para que todos se comprometan a lo mismo allá donde vayan. Sin topes que valgan. Los topes que marca la ley estatal, ninguno más. Una lista regional, para que quede claro que el hecho autonómico está muy por encima de los ombligos de los que no conocen otra cosa que su propio patio particular. Y eso con esfuerzo.