El responsable de CEAR en las islas afirma que impedir que los inmigrantes vayan a otros territorios influye en la crispación social.
El responsable de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Canarias, Juan Carlos Lorenzo, afirma que sin una política migratoria que posibilite que las personas que llegan a las islas sigan el tránsito hacia sus lugares de destino, “Canarias se convierte en un modelo de retención a cielo abierto”.
Censura que se trate de justificar que los derechos no se cumplan apelando a la sobredimensión de un problema que, a su juicio, podía haberse previsto: “No hemos sido proactivos a la hora de dar una respuesta lo más digna posible”. Recalca que se podía haber tenido mayor capacidad de previsión a poco que se hubiese aprendido de situaciones similares del pasado.
Control y blindaje de fronteras
Los problemas de acogida incluyen la proliferación de espacios provisionales, “donde los servicios a veces funcionan mejor y otras no” y en las que hasta el juez de control del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), Arcadio Díaz-Tejera, ha puesto de relieve su insuficiencia: “Así se puede estar 72 horas, pero no mucho más”.
Considera que el tiempo de estancia de los inmigrantes en las islas se está dilatando muchísimo, ya sea en establecimientos hoteleros o en campamentos: “porque la única política migratoria no puede ser el acogimiento”.
“Lo que estamos viviendo es el control y el blindaje de fronteras, queriendo dar un mensaje claro para cada persona que llega. Lo que se está generando es un modelo de retención a cielo abierto”, afirma Lorenzo.
Señala, sin embargo, que ha habido momento en que el traslado de inmigrantes a la península fue efectivo, pero a partir de cierto momento comenzaron las quejas de los otros territorios a los que los inmigrantes llegaban: “Ahí se refuerzan los controles policiales, no solo a las llegadas, sino a las salidas. Se está convirtiendo a las islas en espacios-jaula”.
Crispación social
Vincula esta falta de una política migratoria con cierto nivel crispación social, aunque “no podemos hablar de una influencia directa”. A su juicio, la política migratoria influye si no se genera la posibilidad de que las personas vayan a donde tienen oportunidades y redes de apoyo. A esto se suma la presencia de “discursos interesados en que aumente la crispación”.
Llama a ponerse en la piel de los inmigrantes que llegan a las islas y recuerda que un pasaje a Senegal cuesta unos 400 euros ida y vuelta a un residente europeo, mientras que una persona que se embarga en un cayuco puede llega a pagar 2000 euros: “Eso es muy significativo de cómo se mueven unas personas y otras. Debemos colocarnos en su lugar y ver qué haríamos en esa situación”.