«Amurga Amarga: pelotazo de libro»

Francisco J. Chavanel

1.- La acorazada mediática

En las vísperas del pleno del Cabildo de Gran Canaria de hoy, donde no esperamos nada limpio para la ciudadanía y sí una profusión de insultos de todo tipo, sin orden ni concierto con tal de alejar responsabilidades, Antonio Morales habló.

Desde que saltara el escándalo “Amurga Amarga”, ha estado silente y escondido, ni siquiera ha puesto un tuit, él que, como Trump, no para de lanzar mensajes, de calificar y de descalificar, de orientar y de desorientar, de gruñir y de aplaudir. Todo su esfuerzo de contención terminó ayer, en el preciso instante en que describió de “acorazada mediática” a aquellos que informan de su presunto trato de favor a la familia política del presidente de Nueva Canarias, Román Rodríguez.

Según Morales, hay una acorazada mediática pagada por el Gobierno de Canarias que se ha inventado el escándalo de “Amurga Amarga”.

Que yo sepa, hubo una acorazada mediática en Madrid, puesta en marcha por el PP, para sacar del gobierno a Felipe González y hay otra, también en Madrid, denunciada en su momento por el entrenador de fútbol, Pep Guardiola, iniciada por Florentino Pérez para frenar al Barcelona de los 14 títulos.

Lo único que modestamente entiendo como “acorazada mediática” en esta legislatura, en la isla de Gran Canaria, son los medios sobornados precisamente por Morales para que canten sus excelencias y sus desgraciados “nonismos” a precio de oro.

En esta historia de “Amurga Amarga”, sabemos muy bien cómo fueron las cosas… Un letrado del Cabildo, harto del caciquismo de Nueva Canarias, denuncia el caso ante un periodista. Ese periodista lo pone en manos del PP y es el PP del Cabildo de Gran Canaria quien investiga y lleva el caso hasta las consecuencias de hoy. No tiene nada que ver Coalición Canaria, que en estas cosas es bastante cobarde, timorata y contemplativa, y sí tiene que ver con la amplia gama de enemigos que han logrado coleccionar Morales y Nueva Canarias por sus prácticas antidemocráticas y, en algún supuesto, mafiosas.

Es evidente que se sienten desesperados, que están contra la pared, sin argumentos y sin razones, en el peor momento de la temporada política, viéndole la cara a su destino: o sea, a su desalojo del Cabildo.

2.- La clave: José Victoriano González, el cuñado de Román, el amigo de Ramírez y de Morales, “uno de los nuestros”

No se olviden de este nombre. José Victoriano González, el hermano de la esposa de Román Rodríguez, natural, ella, de Santa Lucía de Tirajana, con empleo en un centro de psicología de Santa Lucía donde, por cierto, tiene plaza (en excedencia, naturalmente) la actual alcaldesa, Dunia González… Todos se conocen, todos habitan en el mismo círculo, todos respiran el mismo aire.

José Victoriano González, un crack, 25 años de interventor del citado Ayuntamiento de Santa Lucía, con Carmelo Ramírez y sus sucesores; diez años de interventor de la Mancomunidad del Sureste, con Antonio Morales de presidente, alguien muy conocido de la familia, “uno de los nuestros”, de la “acorazada política”, que representa unos terrenos en Amurga, un erial, un lugar, según Marco Aurelio Pérez, “donde no crían ni los lagartos”. Los ecologistas reconocen que allí no se pueden plantar ni pinos, ni eucaliptos, ni flora mínimamente “presentable”; algo escarpado, inútil, inválido; algo que tiene múltiples protecciones y que, por tenerlas, no necesita ser comprada ni tenida en cuenta.

Por eso José Victoriano es un crack. Porque es él el que pone de acuerdo a los seis hermanos políticos de Román y a los 22 propietarios de la otra parte del terreno… Les permito que lancen su imaginación al aire: ¿cómo consigue tal milagro?

Respuesta: sigan la pista del dinero. Pues la pasta a repartir es golosa e inesperada. A un precio inconcebible.

Les diré algo que deben saber. Hace diez años, José Victoriano González trabó contacto con el entonces consejero del Cabildo, Luis Ibarra, hoy candidato a ese Cabildo por el Partido Socialista. Le pidió que se ocupara de su asunto en un momento en que la institución rescataba algunos terrenos del interior, como Juncalillo y aledaños. Ibarra le respondió que no aceptaba la propuesta, que le parecía que aquellos terrenos no tenían valor alguno… Es conveniente que se sepa en estos momentos, cuando el Partido Socialista tartamudea, vacila, tiembla y no es capaz de mantener una posición ni ética ni responsable en el asunto.

Luis Ibarra dijo que no. Dijo que no a Amurga y dijo que no al rescate de GuGuy. Por la misma razón que mantengo desde mi “acorazada mediática”: son zonas multiprotegidas, agrestes y salvajes. No hay argumentos para comprar lo que no es comprable, no hay argumentos para comprar un paisaje que no puede ser alterado ni aunque se quiera.

Los criterios del Cabildo entonces eran los siguientes: todas las ofertas que se recibían eran meditadas meticulosamente. Se trabajaba a partir de la oferta del propietario privado. Nunca se subía, siempre se bajaba. Si el propietario creía que habría que pagarle 0,50 euros por metro cuadrado, el Cabildo luchaba para que la transacción bajase a 0,40 ó 0,30. Eso es lo que ocurre en cualquier negociación normal. Uno propone una cantidad y la otra parte negocia a la baja. Es una clave esencial en cualquier transacción.

Pero aquí, en “Amurga Amarga”, ocurre justo lo contrario. El propietario ofrece 0,35 euros por m2 y el Cabildo le paga 0,83 por m2, es decir, un 120% más. ¿Dónde se ha visto esto?

Por eso, sostengo que aquí hay un claro caso penal. Un caso de presunta prevaricación, malversación de fondos públicos, tráfico de influencias y cohecho. Mínimo.

Consta que el representante de los propietarios, el “increíble” José Victoriano González, hizo una oferta por escrito, en febrero de 2018, de 0,35 euros por m2. El Cabildo de Morales, de manera insólita, no solo no negocia a la baja en defensa de los intereses públicos, sino que va aumentado la cantidad a pagar, mediante estratagemas, informes amañados y artimañas propias de bucaneros, hasta llegar a los 0,83 finales. En vez de pagar el Cabildo menos de dos millones, paga cuatro millones, de los que dos terminan (?) en las alforjas de los familiares del presidente del partido. Negocio redondo.

En noviembre, los 0,35 euros por m2 ya eran 0,45. Traducción: 2,73 millones de euros. Y en diciembre, un mes más tarde, de los 0,45 se salta a los 0,83… De los 2,73 a los cuatro millones. Es un pelotazo de libro. Un pelotazo que sucede entre familias, entre gente que se conoce, que han trabajado juntos mucho tiempo, que son amigos, confidentes, cómplices: nepotismo puro y duro, nepotismo acorazado y amurallado que solo puede suceder y perpetrarse desde las entrañas de un partido político: los “viejoven” de Nueva Canarias.

3.- ¿Engordar a un partido para la campaña electoral?

Cuando dicen que hay tres informes técnicos de otros tres técnicos ejemplares, no hagan caso. La mayoría de los técnicos del Cabildo están rebotados y hablando en arameo. Uno de ellos se presentó en Santa Brígida por un grupo que gobierna actualmente con Nueva Canarias. Su informe no es neutral ni tiene validez alguna. Los otros dos son lo que parecen: informes cariñosos, de amigos, de gente colaboradora y cercana, militantes en algún caso. Manipulación que ya hemos visto antes y que no resiste un análisis lógico. En un juicio, los peritos auténticamente neutrales se reirían.

Todas las cualidades que, de repente, en el plazo de un mes, descubren en los riscos de Amurga obedecen a una sola razón: vestir el santo; darle lo que pide a José Victoriano González, a Román Rodríguez y a la familia de Nueva Canarias. Este caso de engorde tiene toda la pinta de un “Gürtel”: inflar facturas para financiar a un partido con problemas en una campaña electoral. Es una presunción, obviamente, pero debiera investigarse.

¿Qué explicación tiene que un erial que vale, según el propietario, 0, 35 euros por metro cuadrado acabe siendo comprado por una institución pública, que diez años antes no quiso comprarlo por “inútil”, por 0,83 euros el m2, un 120% más?

Si a eso le añadimos el oscurantismo reinante y la negritud de este expediente del que nadie sabía aparentemente nada, la traducción es evidente: Amurga Amarga, pelotazo de libro.