Francisco J. Chavanel
1.- El adiós cobarde y temerario de Rajoy dejando tirados a los suyos
José María Aznar ha regresado a la política española por la puerta grande. Tras el “suicidio” poco meditado de Rajoy, su deseo gallego de no querer influir en la decisión de elección de su sucesor, su adiós sin echar la vista atrás ni siquiera para proteger a los suyos, ha vuelto Aznar con ganas de recuperar lo que entiende que es una marca suya, y vuelve con las tres cabezas de la serpiente de la derecha en sus manos.
No sé lo que pensará Rajoy ahora. Si se sentirá aliviado después de tantas tensiones, o una bruma de olvido se irá instalando en su cabeza hasta borrar lo que sin duda fue una actitud cobarde. En su adiós fue cobarde y temerario a la vez. Se lo jugó todo a una carta y, cuando el PNV le advirtió que no lo apoyaría, se hundió entre litros de whisky y puros cubanos, sin pensar en lo que venía después… Y eso es curioso porque, mientras estuvo activo, Rajoy hizo lo posible y lo imposible para tener a Aznar en fuera de juego, cosa difícil en alguien con tanta personalidad y carácter, en alguien que fue el primer presidente de España del Partido Popular. Y lo hizo por una razón: porque Aznar era un peligro, porque no toma prisioneros, porque si hubiera accedido lo habría liquidado y tirado como una colilla. Lo hizo por instinto de supervivencia.
Ocurre que Rajoy, superando las expectativas, demostró a propios y extraños, que tenía el suficiente aplomo para enfrentarse a Aznar en el partido y ganarle. Así, poco a poco, le fue colocando murallas y cargos, hasta dejarlo en la más profunda de las soledades. Un ser que proclamaba desde FAES una España sin Rajoy, y Rajoy que proclamaba a su vez, desde el Gobierno, un PP sin su mayor estrella.
Ganó Rajoy, se impuso a Aznar. Le ganó congreso tras congreso y, entre Sáenz de Santamaría y Cospedal, a pesar de que se llevaran tan atrevidamente mal, le impidieron cualquier desembarco en playa alguna. Rajoy había aislado el virus Aznar.
Por eso no se entiende muy bien lo que pasó después. Sabemos que Rajoy estaba completamente convencido de llegar con su gobierno hasta 2020, y sabemos que se sabía intocable en un momento casi de completa felicidad, sin nadie rechistándole desde dentro… Hasta que sucede lo de la sentencia Gürtel –por cierto, la herencia de la corrupción de Aznar sobre el PP- y levanta todo por los aires. Pedro Sánchez que presenta su moción de censura y Rajoy que es incapaz de entender lo que se le viene encima. Cuando lo supo estaba borracho, fuera de onda, de control, deprimido.
Aun así, en ese instante, disponía de una solución de emergencia: pilotar al nuevo PP, gestionar él mismo su relevo. Y no lo hizo; como un auténtico demócrata se negó a hacer lo que con él hizo Aznar. ¿Por qué? Seguramente porque estaba completamente convencido de que su hombre, Núñez Feijóo, vencería a los demás con facilidad. Eso parecía y fue entonces cuando Rajoy volvió a equivocarse gravemente en su análisis. Su equipo era tan fiel con él como desleal entre sí. Sus principales piezas se llevaban a matar. No eran solo Dolores y Soraya: era Soraya contra el mundo, contra todos aquellos que osaran transformarse en alternativa de poder. Y Feijóo se había interpuesto en su camino. De modo que le amenazó con un dossier con narco dentro; lo asustó y lo apartó de la batalla… Con la misma frialdad con la que meses antes se había cargado a Esperanza Aguirre y a Cristina Cifuentes con su máster. Mantis Soraya.
2.- Soraya era la única con capacidad para combatir a Aznar y Rajoy no lo vio
Rajoy no se percató de lo esencial. Soraya era su caballo ganador contra Aznar, la única dispuesta a no permitir el regreso del “Caudillo” tras su retirada. Tenía información, arrestos y una ambición inabarcable. Por eso había que elegirla “digitalmente”, a salvo de cualquier riesgo y quiniela. Dejarla al albur de unas elecciones “democráticas”, en un partido cuyos principales dirigentes la odiaban, era condenarla a una derrota segura, como así ocurrió. Cuando Cospedal pactó con Casado, pactó con Aznar, el enemigo de Rajoy, el hombre al que durante diez años mantuvo a raya sin permitirle capricho alguno.
Es increíble cómo Rajoy no previó el ataque de Aznar, aprovechando la oportunidad para presentar a su candidato, Pablo Casado, ese chico listo que él había amamantado desde FAES, preparándolo para un futuro al frente del Partido Popular. Es evidente que Rajoy lo subestimó, como igualmente no estudió con rigor la auténtica situación de Soraya, ni las profundas discrepancias de Cospedal con Soraya. En un partido tan “democrático” como el PP, la inopia de Rajoy le costó que un ser que tiene serios problemas con la democracia volviese a conseguir el mando: Aznar disfrazado de Casado.
Un error que España ya está pagando.
3.- Después de Casado, el ‘adorado’ Santiago Abascal
Pero hay más. La segunda criatura de Aznar es Santiago Abascal, el líder de Vox. Abascal, adoradísimo por Esperanza Aguirre y por el propio Aznar, fue injertado durante largas temporadas en diversos cargos públicos con sueldos por encima de los 90.000 euros para cuidarlo, mimarlo y atenderlo. Aznar y Esperanza le tenían fe, apostaban por un futuro con él. Fue una especie de tercera vía dentro del PP hasta que terminó marchándose en noviembre de 2013 acusando a Rajoy de “traicionar sus ideas”. Justo lo que le criticaba abiertamente José María Aznar… Abascal y Aznar tenían la misma idea de España: entrar a saco en Cataluña, suspender la autonomía, meter a los amotinados en las cárceles veinte años, y bajar los impuestos a nivel nacional. Es probable que Abascal se marchase del PP tras un soplo de Aznar, animándole a mantener su identidad fuera de un partido al que veía perdido.
Es obvio que Aznar y Abascal hablan y hablan mucho. El acuerdo de Andalucía es un acuerdo con Aznar, no exactamente con Pablo Casado.
4.- El otro milagro de Aznar: un catalán conquista Madrid
Nos falta la tercera criatura: Albert Rivera, el líder de Ciudadanos. ¿Quién ha sido el gran introductor de embajadores de Rivera en Madrid, el hombre que le ha proyectado, el que le ha presentado al “who is who” del poder real, el que ha sentado a su lado como próximo presidente de España?… Ese, sin duda, el que estuvo una década buscando la forma de calzarse a Rajoy. El que estuvo en distintos caladeros hasta encontrar a la presa adecuada que le hiciera volver a él al poder.
No hay artículo de Pedro J. Ramírez, publicado en su digital “El Español”, que no lleve el soplo y la rúbrica del aznarismo. Cuando cae el bipartidismo y entran Podemos y Ciudadanos en las instituciones, Aznar, que siempre piensa en esa clase de poder que precisa su lobby y aquellos que le financian, se acercó a Rivera y le ofreció sus servicios. Por lo que pudiera pasar. Un catalán en Madrid, un polaco en la corte del rey Felipe VI… Imposible cuando no sé cuántas “operaciones Roca” habían fracasado en Madrid de forma rotunda pese al aval multimillonario que presentaban… Todas menos la de Rivera. ¿Por qué? Porque Rivera era un catalán español y porque, sobre todo, contaba con el refuerzo y la comprensión del mayor extendedor de carnés de la España de Isabel la Católica en la Península: José María Aznar.
Pretendiéndolo o no, queriéndolo o no, Aznar, en su deseo de combatir a Rajoy, ha creado tres candidatos, tres modelos de derecha, que son los que ahora se han puesto de acuerdo para gobernar en Andalucía. El pegamento que une a los tres hoy mismo es él, lo cual no implica necesariamente que cualquiera de esos liderazgos vuele por encima de su creador, se conviertan en criaturas independientes o que, incluso, lo combatan. Eso no ha sucedido todavía y hay que dudar de que suceda. Posiblemente Rivera corra deprisa y gire hacia el centro, temeroso de que las ideas ultramontanas de Vox le hagan saltar por los aires, pero cuando llegue la hora de la verdad, cuando lo que se ponga encima de la mesa sea gobernar España contra los nacionalismos separatistas y Podemos, entonces percatémonos de la presencia de un cuarto hombre negociando con sus tres criaturas.
Rivera, como ahora en Andalucía, sufrirá presiones de sus amigos en Madrid, de sus mejores embajadores, para unirse a una fuerza de “orden”, de “progreso” y, sobre todo, “patriótica”… Aznar es el padre de este movimiento, “movimientos” todos aislados entre sí, sin conexión aparente en su génesis -salvo el odio a Rajoy-, pero que ahora confluyen con un mismo ideólogo detrás.
Casado, Rivera y Abascal son tres prototipos diseñados por la misma rabia contra un presidente que fue derribado en una moción de censura completamente inesperada. Las criaturas de Aznar, el boss, el nuevo referente de la vieja derecha.