Solo hay una forma de retratar a las aseguradoras: declarar el volcán catástrofe natural, que es lo que realmente es
Francisco J. Chavanel
El volcán de La Palma es belleza que mata; belleza que arrasa todo a su paso; inmensa belleza que avanza con su lava hacia el mar, destrozando todo lo que encuentra. Hay gente que se extasía con ese crisol de colores rojos enfurecidos, y con ese ruido permanente y agotador que no se sale de la cabeza, y que se va, posesa de protagonismo, a sacar fotos por la noche. Se sube al vehículo, se mete en la carretera y ellos mismos no son posterioridad, ni siquiera actualidad, si no se fotografían lo más cerca posible del volcán. Su novelería no tiene límites. Las autoridades les dicen con frecuencia que son elementos nocivos en medio de ese caos que pretende coordinarse en torno a la extrema peligrosidad de un volcán que se maneja con temperaturas por encima de los 1000º, y la gente –la otra gente, la que verdaderamente sufre las consecuencias de tanta belleza– intenta salvar lo poco que le queda.
El novelero se retrata. Su ansiedad y su ego llenan la carretera de su escaso sentido cívico y empatía. Por encima de todo, el espectáculo. Al final, después de tantos ruegos y tantos malos gestos, el novelero se retira a descansar: ya tiene lo que quiere.
Ahora mismo no se sabe exactamente cuánta gente ha perdido sus casas, sus explotaciones agrícolas en La Palma. Son más de cien y, seguramente, más de 500. Puede que al final se llegue a una cifra acumulativa próxima a los 2.000. Seguramente me quedaré corto. El Gobierno y Pedro Sánchez han dicho que van a echar una mano. Y no se duda. El problema es que las aseguradoras se van a quitar de en medio porque en sus acuerdos nunca está la eventualidad de un volcán. De modo que por ahí se escapan y ya conocen ustedes de sobra su voracidad. Solo hay una forma de retratarlas: declarar el volcán catástrofe natural, que es lo que realmente es. El Gobierno debe tener cuidado con sus compromisos. Si se compromete, no puede ser un “quedabien” para luego no estar a la altura; tiene que hacer las cosas en serio, sin darle la menor salida a quienes siempre sacan beneficio de las desgracias humanas… Y, además, debe hacerlo rápido porque este dolor, el dolor de haber sido eliminado de la faz de la tierra, no se va de cualquier manera.
Esas miles de personas ya no recuperarán ni sus casas, ni sus vidas, ni sus explotaciones. Lo han perdido todo. Lo único que recuperarán es un sustituto, desconociendo la calidad del “sustituto” y desconociendo la fecha. Es una desgracia y una calamidad se mire como se mire.
Esto no está terminado. Ningún científico puede asegurar que el río de lava se termina este día o este otro. Podemos estar así, ante la sobrecogedora belleza de un asesino, tres meses más. Y, mientras, la belleza de volcán vomitando cenizas, todo tipo de ácidos, contaminando la atmósfera a unos niveles preocupantes. No es nada fácil vivir en La Palma ahora. Entre emanaciones gaseosas y los flujos piroclásticos, la tranquilidad sanitaria es una entelequia.
Ante este desastre mayor no se entiende la frivolidad de la ministra de Turismo, Reyes Maroto, felicitando a la isla de La Palma porque esto le ayudará a ser un mejor destino turístico y que, aunque pidió perdón más tarde, cuando toda Canarias estaba abochornada, lo pidió con la boca muy chica y sin saber qué decir exactamente.
Al mismo nivel, al nivel de la sensibilidad de un grillo, sigue editándose algún periódico local que les ofrece a sus lectores un coleccionable especial, en páginas centrales, con las mejores fotos del “espectáculo”. Cuando, en lugar de corazón, lo que hay es una caja de caudales, pasa esto.
Quien mejor retrata esta basura humana es el humorista Padylla en el periódico “La Provincia” en su edición de hoy. Lo que se ve es una señora que perfectamente puede ser Reyes Maroto con gesto de satisfacción. A su izquierda, un cruce de caminos con un montón de indicaciones. Leemos en su parte más alta: “Turismo” y, seguidamente, indicando a la izquierda, letreros de “viviendas quemadas”, “colegios sepultados” y “carreteras cortadas”… Los que quieran ir por la derecha se encontrarán con “negocios arruinados”, “gases tóxicos”, “cultivos arrasados” y “agua contaminada”… Belleza que mata.
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