Hay que salvarlo y es lo que están haciendo. Ese es el trabajo de Dolores Delgado, la fiscal general del Estado. Para eso está ahí. De ministra de Justicia a fiscal general. Politización pura y dura.
Francisco J. Chavanel
¿Qué ha sucedido con el número dos en el escalafón de la Fiscalía General del Estado, Luis Navajas, para que en menos de dos semanas lo que le parecía vomitivo sea motivo de complacencia e incluso de arrepentimiento personal, llegando a enviarle una carta a quien impulsara su vómito y pedirle perdón?
A mí nadie me tiene que explicar quién es Ignacio Stampa. Conozco su personalidad, sus tretas, su sentido grosero de la Justicia, un ser que no tiene medida en el uso del poder que dispone, que disfruta acusando sin motivos claros y que retuerce todo parecido con la verdad hasta transformarla en un lanzallamas contra los que considera sus enemigos. Yo no tuve un juicio contra él en Lanzarote; tuve a la Santa Inquisición quemándome las barbas, sin que el juez que dirigía la causa fuese capaz de frenar las charlotadas dictatoriales de quien decía que había perdido su honor.
Una pena no haberlo perdido del todo porque entonces nos hubiésemos ahorrado lo que vino después.
Navajas ha dejado a medio país en manos del asombro y el desconcierto. No es para menos. Hace dos lunes se presentó en unos estudios de radio a vituperar a compañeros suyos, a los que acusó de presionarle para lograr un informe negativo al Gobierno en relación con las más de 50 denuncias presentadas por particulares y colectivos, que exigían responsabilidades civiles o penales por la actuación del Ejecutivo durante el Covid, que ellos entendían negligente y causantes de miles de muertes en hospitales y en residencias de ancianos. Como un valiente, Navajas se echó unas risas a cuenta de su pronta jubilación, recordándole a sus críticos que poco o nada podían hacer con quien estaba a punto de abandonar el convento y que, en medio, de esa realidad resplandeciente podría decir lo que quisiera, saltándose el principio de jerarquía y obediencia debida, pilares básicos del funcionamiento de la Fiscalía.
Él, Luis Navajas, como ya ocurriera con otros fiscales en la década de los 90 que se negaron a seguir órdenes del felipismo, bajar la cabezas y chapotear en el fango, por una cuestión de dignidad en la carrera, entendía que el fiscal Stampa, colocado de forma inesperada en la investigación del caso Villarejo nada más llegar de Lanzarote, su proceder, su manera de casar una de las piezas, el caso Dina, asesora y amante por unos meses de Pablo Iglesias, su relación íntima con la abogada de Dina, Marta Flor, el intercambio de información relevante del caso, en poder de Podemos, para que hiciera y deshiciera a su antojo, eso le producía “ganas de vomitar”. “Como a usted”, añadió, asiéndose a la complicidad del locutor, “como le parece a todo el mundo”.
Navajas en quince días es otro. Casi dice que es medio tonto, que siendo el número dos de la Fiscalía, no tenía la menor idea de lo que se ventilaba en el caso Dina, ¿qué cómo es posible que se haya atrevido a pronunciar la palabra “vómito”, refiriéndose a actuaciones de Ignacio Stampa? ¡Qué fiscal, qué profesional, qué dicha tenerlo entre nosotros! ¿Y yo quién soy, pobre hombre, para dudar de la sabiduría y entrega de un fiscal que es la joya de la Corona, el Toisón de Oro, un ejemplo a seguir? El señor Navajas también nos cuenta que envió una carta al señor Stampa pidiéndole disculpas y que este se las aceptó.Dirán que soy un pesado pero, al fin y al cabo, un pesado al que le gusta volver al lugar del “crimen”. ¿Cuántas veces he dicho aquí en el último mes que no le tocarán un pelo a Stampa? El “glorioso” fiscal tiene toda la pinta de saber mucho del funcionamiento de las cloacas del Estado; el “caso Unión”, con la UCO, aquel avión fletado con 30 guardias civiles procedentes de Madrid, sin su auto de apertura, sin una grabación original, con un sinfín de errores procesales que lo hacen un tiovivo del disparate, tiene toda la pinta de ser un caso perpetrado desde las profundidades del Estado.
Stampa es un protegido, un intocable. Cuando en 2009 lo retiraron del caso Unión fue devuelto a él meses después, sin que nadie en las alturas pudiese evitarlo. Cuando ya su carrera en Canarias peligraba debido a sus excesos, se le buscó un echadero en Madrid y le dieron, nada más y nada menos, que el caso de la década, pese a su falta de experiencia, y pese a que no tenía una plaza fija. Y lo que le dieron conectaba de nuevo con las cloacas, pero con las cloacas del Partido Popular: el caso Villarejo, con sus 27 piezas distintas ¿Puede el caso Dina, la extravagancia de que el señor Fiscal confundiese lo público con lo privado, y le diese a Podemos la información que precisaba para presentarse a las elecciones de 2019 como un partido perseguido, precisamente, por las cloacas del Estado, puede dañarle? ¿Puede este caso cambiar la opinión de sus protectores que saben lo que sabe Stampa de Villarejo, que es bastante más de lo que se ha publicado, seguramente bastante más de lo que pueda soportar el actual poder político en España?… ¿Puede movérsele la silla a este maestro de la prepotencia y de la manipulación de todo aquello que toca, cuando su actuación es clave y fundamental para sostener el pacto entre el PSOE y Unidas Podemos, o sea, el Gobierno?
Hay que salvarlo y es lo que están haciendo. Ese es el trabajo de Dolores Delgado, la fiscal general del Estado. Para eso está ahí. De ministra de Justicia a fiscal general. Politización pura y dura. Lo que es el caso Villarejo, lo que es el caso Dina, y lo que es la continuidad en política de Pablo Iglesias. Política pura y dura. Política de alcantarilla, por supuesto.
¿Cuándo dijo la verdad Luis Navajas? Probablemente cuando abrió las ventanas de la alcantarilla.
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