Francisco J. Chavanel
No ha estado demasiado inteligente el máximo responsable del CiS, José Félix Tezanos, realizando una pregunta a la opinión pública que enraíza con lo peor de las dictaduras, sean de derechas o de izquierdas.
En el punto 6 de la encuesta el “guru” del Partido Socialista redacta: “¿Cree usted que en estos momentos habría que prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas por las redes y los medios de comunicación social, remitiendo toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales, o cree que hay que mantener la libertad total para la difusión de noticias es informaciones?”
La redacción de la pregunta es un auténtico horror: se mezclan redes con medios de comunicación social, sin especificar lo que hacen los unos y los otros y, sobre todo, no aclara quiénes son esos medios de comunicación que, con sus informaciones, perjudican alevosamente la labor del Gobierno.
Aún así las intenciones sí son obvias y esto es lo preocupante. Puede que a Pedro Sánchez le encante este preciso instante de César Imperator, donde él mismo ha asumido el papel de líder único durante la crisis sanitaria, y que intente aprovecharlo para combatir algo que le duele demasiado: las críticas ajenas. No parece nada democrático que un líder que se presenta a unas elecciones libres disponga de tan escasa tolerancia hacia las opiniones críticas.
Si se refiere a Vox, a OK Diario, y esa parafernalia protofascista que se ha puesto en marcha en este país financiado por las Faes y por José María Aznar, se entienden las molestias, el enfado, el deseo de no querer saber nada de una gentuza cuya labor en pro de regar de odio el país sólo tiene parangón con el sectarismo más absoluto o con la maldad en estado puro. Lo que sueltan por sus canales es infame. Es porquería de la gorda. Es un espectáculo caprofílico que sólo puede gustarle a los que comen carroña como algo natural.
Por ahí no tienen salida los aliados de Vox. Son detestables, mienten miserablemente en casi todo, no les importa otra cosa que desestabilizar el sistema, se inventan informaciones, las desarrollan, y las viralizan como si fuera una verdad recogida en el Antiguo Testamento. A todos nos ha llegado este tipo de basura a nuestros móviles. Cuando llega esa porquería la reconocemos enseguida, ni siquiera nos paramos un segundo a deglutir el tamaño del disparate, y nos deshacemos de ella lo antes posible. ¿Quién nos la ha enviado?… Cualquiera que se hace pasar por amigo tuyo: o bien porque nos la filtró adecuadamente o bien porque cree que tú también debes estar tan bien informado como él mismo.
Estas cosas pasan porque en el mercado de los hechos ciertos y rigurosos han pasado muchas cosas terribles en los últimos años. Los medios, en general, han dejado de ponerse del lado del ciudadano para defender a quien los fustiga. Se han perdido kilos de profesionalidad y, en su lugar, los consejos de administración han sido copados por bancos o por representantes de fondos de inversiones. En Canarias hemos visto como un medio era capaz de cambiar su línea editorial todas las veces que se lo pidieran si a cambio recibía una buena soldada. La conclusión a la que se llega: “es que los medios están comprados, y con esos medios no se sabe la verdad, ni siquiera una aproximada, y no son útiles desde el punto de vista político puesto que forman parte del establishment”. Esta referencia no es mía. Es la de Trump. La que le explicó a todos los medios de comunicación conocidos de Estados Unidos antes de ganar las elecciones de 2016. No les necesitó para lograr la victoria, dijo. Y tenía razón. Le bastó con la Fox y con los bulos en las redes sociales.
La subida de Podemos nos resultará familiar. Lo hicieron sin contar con la mayoría de los medios de comunicación. Tampoco los necesitó. Se vendieron a sí mismos desde las redes, la nueva piedra filosofal, el origen de una verdad indubitable. Y algo de la Sexta, que tiene su peso.
Los cierto es que la izquierda detectó en las redes a una fuerza poderosísima. Hizo temblar el Estado en Egipto y Túnez, agitó cambios impredecibles en España y Grecia, Rusia de cansó de usar sus aplicaciones a favor de sus aliados, en la mayoría de las ocasiones de una forma detestable.
Pero lo que vino después ha sido un verdadero tsunami. Cuando la derecha ultraliberal, la derecha conectada con el fascismo, el individualismo en su máximo esplendor, rompió cualquier tipo de conexión moral entre la información y quiénes la recibían, ahí empezamos una guerra de verdad.
Hemos visto a Gran Bretaña saltar de la Unión Europea a los brazos de Trump, y hemos visto a un auténtico payaso de circo como Trump ser el presidente del país más poderoso del planeta. Siguiendo la misma metodología Cataluña ensayó la posibilidad de desengancharse de España; Bolsonaro arrasó en Brasil y, de repente, empezó a arder el Amazonas. Un desconocido como Macron fue entronizado en Francia, cargándose al socialismo y la derecha que gobernaron la nación durante casi cincuenta años. En Italia arribó Salvimi, los ultras, y todos los odios aventados contra los inmigrantes, en una clase de racismo que los descalifica a todos por igual…
Y en España llegó Vox. Haciendo lo mismo. Y no pasó nada. No hubo nadie que desde las instituciones les dijese a Bildu: “Ustedes, por ser herederos de ETA, por ser los cómplices de más de 800 asesinatos, no pueden presentarse a unas elecciones en un país democrático”. Al contrario: los alentaron para que se presentaran y dejasen las metralletas… Cuando ya estaban rendidos.
Tampoco hubo nadie que desde las instituciones evitase el suicidio de permitir que a unos comicios democráticos se presenten fuerzas independentistas que se aprovechan de las normas para infiltrarse en las instituciones, controlarlas, horadarlas, y utilizarlas en contra del Estado que les ampara como si fuera un idiota de los auténticos.
Si nada de eso pasó antes. Si se permite que unos indeseables puedan hacer política, ¿por qué no se iba a permitir a Vox?… Y eso fue lo que pasó. Vox se presentó y ahora la lista de partidos indeseables crece.
Esto es un lujo asiático para España y para cualquier democracia mínimamente seria. En democracia se puede defender el derecho a la independencia de una zona del país. Siempre que lo hagas sin pasar la línea divisoria de lo ilegal. Si pasas la línea ese partido debe ser expulsado del sistema. En este país a estos caraduras les buscan trabajos, y todo tipo de excusas para que retornen al sistema y disparen contra él…
En estos tiempos donde vale todo, donde ya no se distingue el que va de “legal” y el que va de pillo o terrorista, ¿tienen alguna importancia las salvajadas de Vox, al margen de que le disgusten muchísimo a Pedro Sánchez y al PSOE?
Lo que hoy hace Vox no es nada distinto a lo que en su día hizo Podemos. Es porquería igualmente fundamentada en desinformación. El PSOE sabe de sobra que hay tribunales y fiscalías dispuestas a estudiar este asunto. Lo que debe hacer es aguantar la mugre igual que los demás aguantamos todos sus incapacidades, sus reacciones estúpidas, su falta de empatía con los ciudadanos, o la clase de fauna que vive de la política, abigarrada, enorme, incompetente y absurda.