El poder tenía que ser demostrado cuando un cañón Berta, propiedad de una misma empresa, fuese instalado en las dos islas capitalinas
Francisco J. Chavanel
El mundo mediático canario sufrió ayer un revolcón sísmico que, sin embargo, como estamos en medio de esta pandemia insufrible, con las defensas bajas y pensando únicamente en cómo sacar la cabeza del agua, ha pasado prácticamente inadvertido para el personal. Pero revolcón sísmico hubo y, además, de los que te dejan con la onda expansiva varios días en el cuerpo. El fulminante trallazo no afecta exclusivamente a los medios de comunicación. Nos afecta a todos más o menos por igual. A la sociedad civil y a la sociedad incivil. A los políticos de ahora y a los de un futuro inmediato; a los profesionales, a los autónomos, a los que quieren ser el hoyo del queque; a los que quieren triunfar por lo civil o por lo penal en el negocio que estén. De modo que atentos.
Hasta ahora, la influencia mediática de cualquier medio, en la inmensa mayoría de los casos, se centraba en su isla de origen. Si el origen estaba en Gran Canaria, su radio de acción empezaba y terminaba en esa isla. Lo mismo con cualquier medio original de Lanzarote, Fuerteventura o Tenerife. Hace unos años, las cosas cambiaron con medios que apostaron por lo regional; ahí estuvimos nosotros, con EL ESPEJO CANARIO como avanzadilla; el hacer el mismo programa a la misma hora y con el mismo contenido nos ha dado relevancia, protagonismo y oyentes. Y seguimos, catorce años después de haberlo intentado por vez primera en 7.7 Radio.
Pero nosotros hacemos radio y conocemos muy bien cuáles son nuestros límites. El poder tenía que ser demostrado fundamentalmente cuando un cañón Berta, propiedad de una misma empresa, fuese instalado en las dos islas mayores, capitales de las dos provincias. Durante las reyertas insularistas, esto fue imposible; cuando se crearon los cabildos y después devino la división provincial, dos periódicos se convirtieron en el alma que transmitía el odio de generación en generación en las dos islas capitalinas: La Provincia y El Día.
Hubo un tiempo en que Canarias7 estuvo en idéntico nivel e, incluso, tuvo la posibilidad de ser ese primer periódico regional. Pero a sus dueños, Juan Francisco García en esencia, les faltó valor, visión del riesgo y de la jugada, y esa miseria de la que nunca se sacudieron, típica de banqueros avariciosos. les impidió estar a la altura. Pudieron comprar La Gaceta por un precio irrisorio y unas cuantas deudas y, cuando El Día se les puso a tiro, hicieron lo de siempre: auscultar sus cuentas, saber dónde fallaba “el enemigo”, contarlo donde convenía, decir que sí, que sí, que sí, que esto sale seguro y, al final, rajarse y dejarlo en nada con la excusa de toda la vida: está arruinado. ¡Pues, claro! ¡Si no está en la ruina, no se vende, so majadero! Competir en las grandes ligas tiene eso: o te tiras por la pieza con el valor de los héroes o, sencillamente, eres un ñanga y no duras.
José Rodríguez murió dejando El Día en la quiebra. Su locura estajanovista, apostando por una independencia feroz desde la televisión, la radio y el periódico, lo terminó aislando económicamente. Al fallecer él, falleció la idea, el delirio y el polvo que quedó fue el de una huida galopante. Juan Francisco García metió allí su cabeza a través de Lucas Fernández, dos que tal bailan, uno con el dinero de un fenicio, y el otro sin dinero pero con las ambiciones de un marqués. Se dedicaron a lanzar botaratadas sobre que iban a desembarcar y que se iban a quedar con todo. Yo sabía que no. Yo sabía que García no iba a poner ni un euro. Porque, si había llegado a algún sitio en este negocio, fue por otros que tuvieron la audacia que a él le faltaba, el valor de la conquista, la visión y la entrega para conseguir los objetivos. A él todo se lo daban hecho y, desde luego, el banquero no ponía un euro si no había seguridad en que ese euro fuera devuelto.
Así fue como La Provincia se le adelantó. La Provincia, desde los 70, ya no era de los primitivos dueños canariones. Lo vendieron a un catalán, Javier Moll de Miguel, el prototipo de un hombre aventurero que usó el dinero de la banca Garriga y Nogués para montar un negocio en torno a la compra de periódicos regionales, siendo el primero de ellos, justamente, La Provincia. Por lo tanto, técnicamente, cuando Moll compra El Día, sobre todo, cuando compra su abundante deuda, lo que está haciendo es pegarle una buena tollina a Canarias7, su principal enemigo, al que derrota tras cerca de cuarenta años de batalla incruenta, al que barre materialmente de los hits parade de la competitividad, y se introduce en la provincia tinerfeña con un portaaviones de una enorme capacidad de fuego.
Eso fue lo que vimos ayer. Ese fue el movimiento sísmico de ayer. Ayer, por vez primera, de una forma inequívoca y rayando la plaga bíblica, la unión entre La Provincia, periódico líder en Gran Canaria, aunque no con demasiados ejemplares a la venta, y el periódico El Día, aunque no con demasiados ejemplares a la venta, frieron a la parrilla al líder de la patronal hotelera tinerfeña Jorge Marichal, al líder de la patronal hotelera a nivel nacional, al líder -y esto es lo importante- de un negocio aeronáutico que contaba con ayuda pública.
Porque esta es la cuestión de fondo. Los poderes económicos grancanarios estaban fumando en pipa con la iniciativa del cabildo tinerfeño de inyectar 700.000 euros públicos en el 25% de una compañía que solo contaba con un avión, y con un dudoso permiso para volar. Se preguntaban: ¿Ahora? ¿En plena crisis? ¿Cuando el gobierno dice que ayuda y no ayuda en nada? ¿Cerrándose una empresa tras otra, con el cabildo de Gran Canaria más pendiente de explosionar el barranco de Arguineguín que de echar una mano a la clase empresarial? Entre los empresarios grancanarios y Rodolfo Núñez, presidente de Binter, tinerfeño, que está hasta las mismísimas de que se la jueguen en su propia casa, harto de que Binter pierda dinero todos los días siendo una compañía muy seria, se urdió el desembarco de Normandía cuyo objetivo no era Marichal exactamente, sino los “marichales” del Partido Socialista, esto es: “marichal hijo”, por meterse en negocios que no son los suyos y sin tener las espaldas cubiertas; “marichal padre”, que no enseña al hijo a hacer negocios limpios; y Pedro Martín y la cúpula socialista tinerfeña, por crear con dinero público empresas bajo su control. Este es el mensaje: de Gran Canaria, más Rodolfo Núñez, hacia los poderes políticos y económicos de Tenerife.
Lo cual no quiere decir que no se pueda hacer justamente al revés. Conspiración que nace en Tenerife y que se materializa en Gran Canaria. ¿Qué ha sucedido? Editorial Prensa Ibérica ha hecho una demostración palpable de su poder. En las dos capitales. Nunca había sucedido de una forma tan evidente.
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