Después de un año de vergüenza colectiva con el juez condenado a seis años y medio de prisión riéndose de la justicia, yendo y viniendo, aprovechando el colegueo y el corporativismo reinante, con sus abogados trucando el proceso con el apoyo de quienes debieron cumplir la sentencia desde un principio, Alba ya está en el fin de la escapada.
Francisco J. Chavanel
Al fin, ayer, Salvador Alba, por su propio pie, entró en la cárcel de El Salto del Negro. Entre todos los males presidios posibles el ex juez eligió el menos: Salto del Negro, una cárcel que él conoce perfectamente pues durante una época fue juez de vigilancia penitenciaria, por lo que se entiende que sabe quién es su director y sus funcionarios de confianza, y por lo que es posible colegir que algún trato de favor buscará.
Después de un año de vergüenza colectiva con el juez condenado a seis años y medio de prisión riéndose de la justicia, yendo y viniendo, aprovechando el colegueo y el corporativismo reinante, con sus abogados trucando el proceso con el apoyo de quienes debieron cumplir la sentencia desde un principio, Alba ya está en el fin de la escapada, en otra batalla y en otra guerra, entre cuatro paredes, con una libertad muy limitada y, a partir de ahora, tal vez chantajeando a los suyos para que no hable. Es lo que suele hacer y es lo que probablemente hará. Le prometieron que tenía bula para hacer lo que le hiciese gana, retorciendo la ley en lo más profundo, y le prometieron un blindaje personal imposible de superar.
Pues ya está superado. Nadie ha podido frenar el desenlace previsto por el Supremo. Ahora, para solicitar un indulto hace falta primero que los suyos, el PP de Soria, y se supone que el de Feijóo -aunque eso habrá que verlo si el gallego es presidente-, lleguen al Gobierno y luego que se dispongan a prevaricar con ínfulas legales sobre un caso que apesta.
No olvidemos lo esencial. José Manuel Soria le encargó una misión al juez Alba. Destrozar a Victoria Rosell para que no fuera candidata por Podemos en 2015. Eran momentos distintos. En la época Podemos era una auténtica alternativa de izquierdas, y la derecha financiaba operaciones turbias contra sus líderes. Ocurrió en Madrid con Pablo Iglesias, y ocurrió en Canarias con Rosell.
Para Soria y Alba el eslabón más débil de Rosell era su pareja, Carlos Sosa, director de un libelo digital especializado en llenar de basura el planeta, con Soria, muchas veces, de primer protagonista. A veces con toda razón, a veces sin ella. Sosa vendió una licencia legal de radio al presidente de la UD Las Palmas, Miguel Ángel Ramírez, y por ahí se inició la cacería.
A Alba se le encendieron las luces: pudiera ser que Ramírez y Sosa fuesen socios; si eran socios y la transacción de la venta de la emisora se realizó mientras Rosell investigaba el famoso caso de Ramírez con Hacienda entonces la jueza había prevaricado. La forma de llegar a Sosa y a Rosell era a través de Ramírez, ese era el camino correcto. Si el presidente de la UD Las Palmas colaboraba tenía pillada por el cuello a Rosell. Para que este mejunje tuviera éxito Alba no estaba solo: le acompañó con mucho entusiasmo el entonces fiscal jefe de la provincia de Las Palmas, Guillermo García Panasco, el cual años atrás había soportado en la persona de su mujer, Lourdes Quesada, un duro ataque a su credibilidad por el denominado “caso Lifeblood”.
De modo que lo teníamos todo. Venganzas antiguas del fiscal contra el matrimonio; venganzas de Soria con el mismo matrimonio por los casos Faycan y “Bjorn Lyng”; justicia ciega brotando sin control.
El siguiente movimiento de Alba le costó la carrera: quiso chantajear a Miguel Ángel Ramírez. Se aprovechó de su condición, y de la investigación que tanto la fiscalía como hacienda estaban realizando al empresario, para hundir su reputación. La presunción de inocencia saltó por los aires. Le puso una fianza de 35 millones de euros. Cuando los bancos se enteraron le quitaron todo crédito a Ramírez: todas sus empresas dependían de la administración que, habitualmente, si destaca por algo es por retrasar los pagos condenando a las empresas a depender de sus buenas relaciones con los bancos. Si la confianza se quiebra los pagos a proveedores, las nóminas de los trabajadores, no pueden satisfacerse; ahí termina todo: empiezan las quejas del personal, siguen las amenazas, aparece la quiebra y la ruina. Tus empresas han desaparecido sepultadas en el fango aunque existan un montón de millones de euros tuyos en manos de la administración. Eso fue lo que hizo Alba con un ser especialmente dotado para el espionaje como Ramírez que, evidentemente, no iba a quedarse quieto asistiendo a su propio entierro.
Ramírez ya había demostrado sus excepcionales habilidades en trabajos realizados para la inteligencia española, el último de ellos la grabación de una conversación en un restaurante con dos altos mandos del Ejército, responsables de un economato de que robaban importantes cantidades de dinero prevaliéndose de sus cargos.
El presidente de la UD Las Palmas le hizo saber a Alba que se sentía intimidado por él, que la fianza reclamada lo había dejado sin aliento; que necesitaba un encuentro a solas para explicarle todos los detalles de su relación con Carlos Sosa. En un sábado de gloria, Alba introdujo a Ramírez por el aparcamiento de los juzgados y le tomó declaración. Todo lo que se dijo en aquella conversación fue grabado por Ramírez por un dispositivo en forma de llave de coche depositado encima de la mesa. La conclusión fue obvia: Alba era el director de un mercado marroquí que cambiaba la suerte de Ramírez en función de lo que le contara de la pareja Rosell-Sosa. Le daba igual la verdad, que la apariencia de verdad, que la mentira disfrazada. A él sólo le interesaba la cabeza que perseguía Soria.
Como ustedes saben la prueba de la grabación fue admitida por el tribunal, y esa fue la clave de todo lo que pasó después: la condena de Alba del TSJC, y la condena posterior del Supremo, ratificando la sentencia primera. Alba cae por la fianza que le pone a Ramírez, porque desata del empresario su instinto de supervivencia en grado superlativo, porque le graba, lo retrata, y lo remata jugándose los bigotes. Si este hecho no hubiera sucedido hoy Rosell no sería cargo público de Podemos y puede que hubiese sido obligada a retirarse de la Judicatura.
Está bien que la pareja cante victoria. Se han salvado cuando más feo lo tenían después de haber protagonizado cruzadas delirantes contra Soria y compañía; pero si no llega a ser por la intervención de Ramírez hoy estaríamos contando, desgraciadamente, otra historia muy distinta.
Esta es la razón por la que cada vez que hablamos del caso Ramírez vs Administración por las dietas o las horas extras decimos claramente que el caso está contaminado. Lo contaminó Alba con su sentido patrimonialista de la ley, por sus chapuzas con la causa, porqué le importó un pimiento manipularla para entregarle en bandeja de plata las cabezas que había exigido Soria. Eso es lo que afirma la sentencia del Supremo. Si lo dice la sentencia, y el autor material del disparate jurídico está en la cárcel, blanco y en botella.
Escucha el comentario aquí.