Francisco J. Chavanel
1. Es una pena pero yo estaba allí
La primera conclusión que saco es que me odian. Y la segunda, que no voy a hacer victimismo con esta guerra sucia.
Lo único importante en el historial de un periódico, o de cualquier otro medio de comunicación, es la coherencia, la capacidad para mantener las mismas tesis a lo largo del tiempo. La coherencia está conectada con el amor a la verdad, el respeto a la audiencia y a los lectores, es la línea que marca tu vida o tus desafueros.
Ayer, dos auténticos atletas del asesinato de imagen se acordaron de mí para “felicitarme” el año usando con deseo artero y manipulador la reciente sentencia del Supremo que condena a mi persona y a otros cuatro medios de comunicación a pagarle al instructor del caso Unión, César Romero Pamparacuatro, unos 44.000 euros por haber lesionado su honor.
Un extracto de la sentencia, sin que el Supremo lo exigiera, la publicó Canarias7 el pasado domingo. Sorprendente: nadie te pide que publiques la sentencia pero tú lo haces pese a que ese mismo periódico también resulte condenado. ¿Amor por la verdad? ¿Respeto a los lectores? ¿Acto de contrición?… Pues no, nada de eso: canjeo, acercamiento al PSOE y a sus cloacas, mercantilismo, negocios y, desde luego, un poquito de odio a mi persona… Bueno, yo creía que era poquito el odio de Juan Francisco García González hacia mi persona, pero después de haber visto lo de ayer, dedicando una página completa a la profusión de mis pecados periodísticos, tengo que pensar que su odio es abismal y abisal.
Han publicado la noticia dos domingos consecutivos. La incoherencia es que su línea editorial ha defendido durante todo el proceso que el “caso Unión” no era precisamente un ejemplo de instrucción. Más bien, todo lo contrario. Al “condenarme” a mí se condena la imagen del periódico, la citada línea editorial y también a los redactores que siguieron el asunto y que desvelaron las enormes incongruencias y enredos de los que fue protagonista el juez Pamparacuatro. Publicar la misma noticia dos domingos consecutivos y poner el foco exclusivamente en “Chavanel” y su emisora de radio debe significar algo recóndito y vital, algo que no entiendo del todo en el supuesto de Juan Francisco García González.
¿Acaso no fui yo su asidero y su consejero en los días trémulos en los que su amigo pistolero, Carlos Sosa, andaba con Ángel Luis Sánchez Bolaños sacándolo de La Caja de Canarias por la puerta de atrás, amenazándolo con meterlo en la cárcel por un presunto quebranto patrimonial de 6.000 millones de pesetas, denunciándolo en los tribunales por actos abusivos por medio como endilgarle a la entidad bancaria el coste de la boda de su hija?… Me miro al espejo y me digo: pues soy yo, aún me reconozco, yo estaba allí, aguantando un barco a la deriva contra una sociedad que le había dado la espalda a García… Yo estaba allí, carajo, el mismito de ahora, aguantando las neuras de aquel señor que, por las mañanas, cuando La Provincia se acordaba de él, se venía abajo literalmente, se le caían los pantalones, lloraba y musitaba por los rincones, hablaba y hablaba sin que nadie comprendiese una sola palabra.
Yo estaba allí a pecho descubierto, todas las horas del día si era preciso, cuando los abogados ponían excusas para no soportarlo en aquellas comidas frías y largas, donde solo se hablaba de su tema y de su tema repetidamente, dándole vueltas a lo mismo como si fuera una pesadilla. Yo estaba allí aguantándolo a él y a aquel periódico que creíamos de todos, manteniendo alta la moral de la redacción, buscando información que nos permitiera seguir liderando el mercado y prestigiando la marca con nuestro esfuerzo y dedicación -ahí lo tienes, míralo, Juan, 42.000 ejemplares diarios en la época sigue siendo el récord, y yo estaba allí; qué diferencia con el presente: apenas 6.000 ejemplares un domingo, la fuerza de un desdentado, un querer y no poder-.
Y yo estaba allí aquella maldita mañana de domingo, cuando después de otra de sus traiciones, su entonces esposa, Pilar Brugos, me llamó para decirme: “Quédate, Chava, quédate a su lado; si te vas, este hombre nunca demostrará su inocencia”… Y me quedé, ¿por compasión quizás?… Después, todos hemos cambiado menos él. Pilar ya no es su esposa, yo no soy su principal bastión, de sus antiguos colaboradores, no queda casi ninguno. Todo ha ido mutando a su alrededor, mientras García ha ido nutriéndose de olvido y puñaladas traperas hacia lo más íntimo y lo más querido. Hay un camino que conduce hacia el encuentro del pistolero con el cacique; yo lo sé y ustedes lo sabrán.
2. La huida de la corte de aduladores
Y luego vino lo mejor: todos los grandes amigos de Juan Francisco, aquella corte de aduladores y sementales de la lisonja, todos, sin excepción alguna, lo abandonaron… Lo dejó incluso su primer abogado, harto de sus trampas y de sus mentiras, de sus chantajes y de sus caminares hacia el Sur de la isla a buscar dinero para pagar la querella. Que no fuera suyo todo el dinero, que fuera de otro, por supuesto; que otro pusiera la pasta por las buenas o por las malas (mejor por las malas, como uso y costumbre). Qué avasallamiento, qué espectáculo: todos se fueron menos el tontito que les habla y firma este comentario, el hombre que ha mancillado el honor del juez Pamparacuatro, cuando es imposible que haya una sola persona sobre la faz de la tierra que pueda hacerle más daño al prestigio de Pamparacuatro que él mismo, con su actuación impresentable al frente del “caso Unión”.
Cuando se arregló todo gracias a una Justicia que supo escucharnos -aunque tal vez debiera abandonar el plural-, yo tuve mi premio: el relanzamiento de Radio Atlántico. Mi premio tenía una caducidad, como todo lo que te da García. Apenas un año y medio. Primero, se puso de acuerdo con la Cope para entregarle la frecuencia y, después, me quiso ubicar en una jaula de oro para que me callase y no hablase mal de los chanchullos de sus entonces amigos íntimos: Mauricio -el que lo echó verdaderamente de La Caja- y Soria, al que posteriormente perseguiría por tierra, mar y aire, cuando dejó de reírle la gracias. Delante de un testigo le dije que no, que me iba y eso fue lo que hice: me fui de Canarias7 deseando montar una emisora por mi cuenta, cosa que no fue posible porque el señor García, que me debe la vida, parte de su fortuna y, desde luego, parte de la mayoría accionarial que hoy posee en Canarias7, amenazó a todo bicho viviente con aplastarlo si llegaban a acuerdos conmigo. Tuve que denunciarlo ante el delegado del Gobierno de entonces, José Segura Clavell.
De modo que me alié con sus enemigos. No tenía salida. O eso o me retiraba. Fundé, con José Francisco Henríquez, Canarias Ahora Radio: él puso 120.0000 euros y yo, 60.000. 60.000 euros fue el coste por preservar mi independencia, para que nadie mutilase mi primer comentario, “El clan de la avaricia”, un relato sobre los pactos de García González con Soria y Mauricio para hacerse de oro con la Gran Marina y el gas. Esta es la auténtica verdad. No hay otra. El hombre que salió de aquella terrible crisis de La Caja, que casi lo destrozó anímica y espiritualmente, volvía a ser el banquero sin alma, frío y calculador, cuyo único objetivo era utilizar su nueva arma, el periódico, para aumentar su fortuna. Lo decidió entonces y lo sigue haciendo ahora. Y yo, desde luego, no podía estar allí. Fue la mayor decepción de mi vida profesional: le había salvado la vida a una rata que se alimentaba de detritos en la basura.
3. No me perdona su fracaso con Videoreport
¿Creen ustedes que me ataca a mí porque el Supremo le da la razón a Pamparacuatro y, de repente, se siente en la obligación moral de reparar el honor del juez?… ¿En serio? Pero si todos los artículos publicados, todos, todos absolutamente, los revisó él… ¡Pero si el propio abogado de Canarias7 defendió a la publicación y a mí mismo, colocando un muro elevadísimo de razones jurídicas, orgullo para cualquier periodista y para cualquier medio de comunicación capaz de valorar su propia identidad!
No, me ataca porque me interpongo en sus negocios. Él cree que pude ser o puedo ser un problema para sus negocios. Es sencillo de entender. El señor que preside Canarias7 no es un periodista ni nada que se le parezca: es el banquero que estaba en La Caja, que especulaba con los ahorros de los canarios. Ahora utiliza el periódico con los mismos fines. Y lo que no me perdona Juan Francisco García es la carta que le envié en marzo de 2015 donde le dije que iba a abandonar el periódico de nuevo por sus extorsiones y amenazas repetidas al nuevo consejo rector de la TVA. Sucedió que lo pillé con las manos en la masa. Presionando al empresario Eustasio López para que, a su vez, este presionase a su jefe de Comunicación, Francisco Moreno, para que dimitiese de ese consejo rector y así retrasar su constitución.
Esto lo hizo apenas una semana después de una comida en la sede de Canarias7 a la que asistió la plana mayor de Coalición Canaria, con Fernando Clavijo a la cabeza, comprometiéndose a efectuar una política televisiva consensuada. Yo estaba presente. Yo había montado el almuerzo. Porque me lo pidió García. Y, cuando supe lo que había hecho con Moreno, sencillamente lo mandé a las chacaritas. Con una persona así, que traiciona permanentemente a aquellos que se reúnen con él, no se puede ir ni a la esquina… Lo cogí con las manos en la masa, repito, y me fui una vez más.
Durante estos cuatro años, ha intentado cerrar esta radio en varias ocasiones. Cada vez que le hemos desnudado, ha habido problemas. Ha atacado a nuestros anunciantes, directa e indirectamente. Es un enemigo clarísimo de EL ESPEJO CANARIO, ahí se ve su defensa de la libertad de expresión y de todo lo que huela a periodismo. La libertad es un serio problema para él. Ha movido políticos contra nosotros actuando como un perro rabioso contra aquel que lo cuidó y lo protegió cuando estaba en la cuneta. Es evidente que no me desea ver en el mundo, sé demasiado de él, me quiere retirar, decapitar y desprestigiar.
Ahí está: fastidiado porque la operación Videoreport no le ha salido. Y porque, por mucho que presuma de que CC no está en el poder y por muchos insultos y mentiras que profiera contra Clavijo, lo cierto es que el negocio de Videoreport está parado, frenado, con pocos visos de fructificar, porque así lo decidió el que fuese presidente de Canarias. Y porque este gobierno, presidido por Ángel Víctor Torres, no está dispuesto a depositar 144 millones de euros en un señor desagradecido, que apesta a inmundicia y que suele obtener las cosas mediante la coacción y el chantaje. El presidente Torres no está por eso. Aunque García tenga amigos en el gobierno, Torres no está por la labor. No le debe nada.
Consecuencias: si Videoreport no es enchufada en la tele, Canarias7 es insostenible económicamente y, antes o después, tendrá que venderlo. Le guste más o menos a García González, que sepa que esta guerra ya la ganó hace tiempo Javier Moll de Miguel. Yo sé que esto le fastidia mucho, pero más nos fastidia a los que hemos dedicado media vida a ese periódico verlo arrastrarse por el suelo como sucede en la actualidad. ¿Un reportaje dominical dedicado a hundir la imagen de un exdirector, un exasesor de la publicación, un exsubdirector, un exredactor jefe, un exjefe de reportajes, un exsoldado raso, una de sus principales firmas históricas, la única persona que veló por él cuando olía a cadáver? ¿Qué tipo de travestismo falta por ver? ¿Qué espeluznante aberración vamos a contemplar en el futuro? ¿He de publicar yo, en mi medio, todas las querellas y denuncias por derecho al honor que pierde Canarias7? ¿He de publicar la sentencia surrealista sobre el enfrentamiento de García, que también apela a su honor, con un colaborador de Soria, y que perdió lastimeramente porque el juez entendió que un editor de un medio de comunicación debe entender la crítica cuando es utilizada contra él y no solamente contra los demás?
Juan Francisco García quiere cerrar EL ESPEJO. Soy su conciencia viviente y, en parte, la conciencia de una sociedad que se niega a olvidar lo que hicieron unos y otros. Ha aprovechado la sentencia del Supremo para revelarnos su ira, su mezquindad y el pozo profundo de oscuridad sobre el que asienta su influencia, cada vez más menguada.
4. Esta misa no está dicha
Caben dos apelaciones más: ante el Tribunal Constitucional, al tratarse de un derecho fundamental como es la libertad de expresión, y un último, ante Europa, donde los corporativismos no tienen sitio. Las sentencias europeas están llenas de palos a España en este capítulo. El “caso Unión” no tiene auto que lo inicie; ni grabación original que proclame la autenticidad de las aparecidas; hay 50 autos no firmados por Pamparacuatro; hay un informe de una jueza que describe el caos instructor de Pamparacuatro; hay sellos manipulados; autos firmados cuando el juez Pamparacuatro no estaba al frente del juzgado.
Todos los casos nacidos en la provincia oriental entre 2005 y 2009, todos, sin excepción alguna, tienen una orientación política. Y quien más sabe de esto es el chivato de la policía, Carlos Sosa, ahora al servicio de García y, en ese tiempo, al servicio de Narciso Ortega y del “presidente” Juan Fernando López Aguilar. Nadie sabe más en Canarias de cómo utiliza una parte del PSOE sus cloacas en Canarias como Carlos Sosa. El que más furia pone en desmentirla es el que más sabe. Es hilarante que uno de los mayores colaboradores del juez Pamparacuatro en la instrucción del “caso Unión”, amiguísimo del denunciante Carlos Espino, sea el contratado por García González para humillar a un periódico que supo estar en su sitio en defensa de la ley y de los derechos atropellados de decenas de ciudadanos. La hilaridad sube de tono cuando el contratado es uno de los atropellantes que, además, no ha dejado de darle estopa a Canarias7 en este asunto y en muchos otros, sin misericordia alguna. No olviden: hay un camino donde Sosa y García se encuentran; ambos, con serios problemas personales.
Para Carlos Sosa: tuviste un infarto hace cosa de tres semanas. Te colocaron un marcapasos. Hace cosa de diez días te sobrevino un ictus del que te recuperaste milagrosamente. ¿No crees que tu salud ya ha tenido bastante? Parece que tengas miedo a que la gente te olvide si no aparece uno de tus lamentables artículos insultando sin descanso, como si no hubiera un mañana. Tienes un corazón, Carlos; más allá de nuestras dificultades actuales para entendernos, hubo un tiempo en que sí lo hicimos, y de ese tiempo yo no puedo reprocharte nada porque actuaste siempre en mi beneficio, con profesionalidad…, igual por mi parte cuando fuiste comentarista de EL ESPEJO. Tienes un corazón herido, Carlos. De verdad ¿qué ganas con esto? ¿Qué ganas escribiendo la vomitona de un cacique de baratillo que no tiene corazón? Tú tienes corazón y él no lo tiene. Tú te las estás jugando y él esta supermillonario gracias a tontos como tú y como yo. Supongo que será como una venganza: escribir nada menos que en el periódico que te echó en 1986 por montar una huelga en la sección de Local. Te echó García. Sí, debe saber a venganza. ¿Es la venganza más importante que la salud?
Cuida tu corazón herido y no te metas en asuntos que ni sabes, ni comprendes, ni entiendes. Esta guerra no es tu guerra. Te aseguro que es un buen consejo. Si tu odiado Salvador Alba fue condenado por una grabación, original, auténtica, que superó todas las pruebas sobre su verosimilitud, ¿cómo es posible que el “caso Unión” no haya saltado por los aires faltando la prueba primigenia? No basta con saber que son delincuentes, hay que demostrarlo: en eso consiste el Estado de Derecho que gente como tú, sectaria y pleistocénica, vulnera todos los días.