Todo ‘show’ precisa de un tonto oficial

Llevemos hacia el padre Báez nuestra rabia, nuestra indignación. ¿Alcanzaremos la paz? ¿Habremos hecho justicia?

Francisco J. Chavanel

Todo show precisa de un tonto oficial. El último, cuando la pandemia, el negacionista. Cuanto más famoso, mejor. Miguel Bosé vino al pelo. Para reírnos de él. Se le dio visibilidad. La gente vio al loco y lo comparó al lado de la devastación que trajo el bicho. Al lado de las muertes en las residencias, en las ucis, los amigos contagiados, unos que se quedaron y otros que se fueron… Al lado de tanto dolor, Bosé pareció un payaso. Si no existiese el payaso, aquel del que nos burlamos a conciencia, no existiría tampoco el cartón piedra y la mentira.

Sin Miguel Bosé y otros negacionistas que rechazaban lo evidente, igual la gente se preguntaba qué era lo que realmente había detrás de una pandemia que hundió la economía del planeta, menos la china; qué hubo de cierto en cuanto a la información oficial, qué había de laguna en la misma información oficial. Porque aquí se ha hecho lo que nos han dicho: nos hemos puesto las mascarillas, hemos guardado la distancia, hemos liquidado nuestra normalidad, y hemos esperado disciplinadamente resultados… Los resultados, por cierto, son sobrecogedores. El campo de batalla está lleno de derrota y de pérdidas y las ayudas no llegan y, cuando lleguen, llegarán tarde, cuando solo les sirvan a unos pocos…

El daño es innegable. Con este panorama, un tonto útil es un regalo de oro. Un tipo que distrae al personal, del que la gente se mofa abiertamente, tiene un altísimo valor en este mercado donde la política se ejecuta por encuestas. El tonto nos reafirma en la visión de un pensamiento emparentado con el poder, nos tranquiliza, nos da la razón, lo convertimos en el centro de nuestras invectivas aunque el tonto, por serlo, no haya hecho nada por perjudicarnos. Y es así cómo dejamos de preguntar las preguntas que cualquier humano se haría sobre esta ruptura de la realidad: ¿quién fue?, ¿por qué?, ¿fue algo inocente que se escapó de un laboratorio o fue hecho premeditadamente? ¿Qué oportunidades hubo para combatir el mal antes de que lo contaminara todo? ¿Tuvimos la información precisa o, sencillamente, hubo una parte que se quedó con ella y no la compartió?

Ahora sobre el escenario se presenta un nuevo tonto útil: el padre Báez. Aquellos que no hacen nada y que no harán nada por la igualdad, aquellos que mantienen los juicios sin jurado, sin perspectiva de género, los que no persiguen a los acosadores en las instituciones que manejan, aquellos que, llenos de vergüenza y asco hacía sí mismos, necesitan disimular, lapidar a alguien que pasaba por allí para que la gente, sobre todo las mujeres, no se hagan las preguntas de rigor, ya tienen al loco oficial. Un cura que se ha pasado veinte pueblos, extremista y radical, que hace tiempo que la viene montando con la inmensa mayoría de sus declaraciones. Un día llamó matacabras a Toni; ahora, Toni se venga.

Me pregunto si de haber sido un miembro de Vox el que pronunciase la incontinencia, la Fiscalía le hubiera abierto la promesa de un proceso judicial. Seguro que no, porque Vox ya lleva un tiempo negando la mayor, la existencia de asesinatos machistas, y no ha pasado absolutamente nada en ningún lugar de España.

Si la justicia intenta darnos lecciones de su defensa de las mujeres, puede hacerlo cada vez que firme una de esas sentencias en las que las agresiones sexuales se convierten en acosos, o en nada; en esas absoluciones a manadas completas porque no existen pruebas suficientes para demostrar una violación múltiple cuando otros tribunales sí vieron y dieron por buenas esas pruebas; en todos los juicios donde hay ausencia de jurado o, lo que es lo mismo, ausencia de pueblo, de ciudadanos libres, que carezcan de ideología y de privilegios, ausencia de verdad. Me temo que no hay lugar donde habiten más “machirulos” con poder que en la Judicatura. Hombres y mujeres machistas. Después de aniquilar al “tonto Báez”, ¿ya no habrá perdón ni tolerancia para los que fueron ministros y pegaron a sus mujeres?, ¿dejarán de quitar a los fiscales titulares para colocar en su lugar a uno del cuarto turno cuando se ventilen cuestiones de género que afectan a mujeres en el Gobierno central?

Ya podemos estar tranquilos. En la plaza pública aguarda el culpable. El padre Báez, un cura misógino y machista, que disculpa y justifica los asesinatos de los mal nacidos. Llevemos hacia él nuestra rabia, nuestra indignación, nuestros deseos por encender la pira y enviarlo al infierno. ¿Alcanzaremos la paz? ¿Habremos hecho justicia?

¿Cómo puede ser delegada del Gobierno de violencia de género una persona que usó su poder para liquidar a su asistenta del hogar con 800 euros después de ocho años de trabajo? ¿Cómo se puede nombrar para un cargo de estas características a alguien que se aprovecha como mujer de otra mujer, migrante, nacida en Bolivia, que busca encontrar un dinero en Canarias para trasladárselo a su familia al otro lado del charco, y a la que una exjuez le paga en cuatro ocasiones con presunto dinero negro?

El show necesita un tonto oficial. Nadie quiere que hagamos nuestras preguntas; nadie quiere que hurguemos, a nadie le interesa nada que se parezca a lo cierto. Toda inquietud molesta.

El show necesita un tonto y un loco oficial. Mirémoslo bien: el padre Báez es perfecto.


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