Francisco J. Chavanel
Me gusta el determinismo con el que la Comunidad autónoma canaria está atacando esta fase de retorno a la cotidianeidad, consciente de que nuestro caso no es comparable con la realidad peninsular, segura de que estamos en peores condiciones que nadie, que este tsunami nos dejará en la ruina y en el suelo, sin demasiadas opciones para levantarnos, que o nos la jugamos con valentía y con decisión, o sencillamente entraremos en un agujero en el que nos costará respirar.
Creo que esa es la postura.
Los que hablan de que el virus puede mordernos este año el 30% o el 40% del PIB no están locos. Es de lo más lógico. El segmento más importante de nuestra economía, en el peor de los casos, no habrá facturado un euro entre marzo y diciembre de 2020, y si eso es así tendremos entre 10.000 y 15.000 millones de euros menos. Eso significa que todos tenemos un problema y muy serio.
Lo tienen las empresas que dependen directa e indirectamente del turismo (un 70% de la economía insular), lo tiene la clase funcionarial que verá peligrar sus sueldos ante la falta de ingresos de las administraciones públicas, lo tienen todos los demás sectores que comprobarán la falta de lubricación del sistema, asistiremos al empobrecimiento progresivo de la gente, a la ausencia de comercio, y a la quiebra institucional de la comunidad que no podrá hacer frente ni a nóminas ni a los retos sociales.
Todo lo que se habla de fortalecimiento de la sanidad, de la educación, de apoyo a los excluidos, de rentas mínimas, es un castillo de naipes que se volatilizará como un sueño en la mente de un niño.
Para que Canarias tenga una oportunidad de supervivencia tiene que dar la cara. Tiene que luchar contra la idea del confinamiento, actuar responsablemente, plantarse en la calle, y empezar a poner en pie todo aquello que el virus se llevó. No es nada fácil. Necesita que Madrid nos permita utilizar el superávit, o mejor: que Madrid ejecute la orden de Bruselas de 23 de marzo de este año donde se permitía utilizar el citado superávit a aquellas instituciones que lo necesitaran inevitablemente por los destrozos causados por la pandemia.
El Gobierno de Pedro Sánchez está jugando con esto. Especula con las comunidades autónomas y con los ayuntamientos, al borde como está de la ruina. Pero ese dinero no es suyo. Gracias al ex ministro Montoro ese superávit, cerca de 4.000 millones en el caso canario, 24.000 millones en el supuesto peninsular, pertenece a aquellos que los han generado. De modo que Canarias no puede dar un paso atrás en esa pretensión. O los logra por las buenas o por las malas. Es el salvavidas al que se acoge para salvar un quebranto histórico que pugna por elevar el paro por encima de los 400.000 trabajadores, aniquilar cualquier alivio en la economía sumergida, eliminar todo avance social, liquidar sectores esenciales como la Sanidad y la Educación.
Me congratulo de ver un espíritu de combate. Todos los sectores tienen claro que asumir el confinamiento, y sus consecuencias, es una derrota.
Todavía no hemos visto lo peor. La desaparición de nuestras mejores empresas, engullidas por fondos de inversión, lobbys con terminales en los lugares más insospechados, el fin de un sueño que se inició en los años 90 y que la globalización se ha llevado por delante. Hablo de pérdidas económicas cuantiosas y de pérdida de identidad. Hablo de volver a estar en manos del capricho, de los vaivenes del Atlántico, de dar un paso atrás de cincuenta años.
Eso puede pasar, está a la vuelta de la esquina, todos lo olemos. Este espíritu levantisco, granítico, educado pero mentalizado, es una lucha contra las tinieblas y contra nuestro pasado. No se puede dar un paso atrás. No podemos ser un fantasma entre estandartes ni una bandera ajada entre las quimeras. Hay que revolverse, quemarse, precipitar la cabeza y tapar la herida, acoplarse a un corazón que se revuelve y que no da tregua.
El gobierno de Torres ha conseguido una unidad inaudita. Ya le gustaría a Pedro Sánchez presumir de algo parecido. Pero no olvidemos lo esencial: hay más unidad fuera del gobierno autonómico que dentro de él. Sería bueno que en estos complicados momentos no olvidáramos lo esencial: Madrid no nos regalará nada. Como siempre pasó. Somos la concubina, ni siquiera la amante.
Será nuestra determinación la que incline los acontecimientos a nuestro favor o en contra. Alegrémonos de que España logre una escapatoria a través de la UE, y aplaudamos que gracias a ella nos permitan utilizar el superávit sin más aspavientos…, pero si no es así, si la batalla dentro de la comunidad europea la ganase la ortodoxia y la avaricia, no quedará otra que enfrentarse contra una nación que no nos permite respirar. O sea, que habrá que meterse en las aguas de la ilegalidad. Prevaricar y malversar… Maldito consuelo: ¿salvarás a tu gente yendo tú a la cárcel?
No lo queremos, ¿verdad?… Pues recemos entonces.