Francisco J. Chavanel
Desde que empezara el show en la mañana del jueves VOX y PSOE llevan unas cuantas jornadas sin poder reprimir la risa. El afán del Partido Popular por autoeliminarse de la ecuación, dispararse a su propio futuro, infligirse un daño difícilmente recuperable, es de los que hacen época. El principal partido de la Oposición, la alternativa al sanchismo y al PSOE, acaba de dejar la carrera y le ha dado el testigo a la extrema derecha. Es difícil de creer.
En el colmo del asombro, como si fuera una tragedia griega en la que todos sus protagonistas van a recibir un daño irreparable sin que nadie pueda evitarlo, Pablo Casado entregó la cuchara tan sólo 48 horas después de haber acusado a su principal activo electoral, Isabel Díaz Ayuso, de cometer un delito de tráfico de influencias, además de ser inmoral su comportamiento por recibir su hermano una comisión de 283.000 euros cuando en España morían 700 personas diarias a consecuencia del Covid.
Casado dijo el sábado que las explicaciones recibidas por Ayuso le resultaron “satisfactorias”, y por ese motivo daba por cerrada la crisis, de tal forma que la comisión de garantías del PP no investigaría el asunto. De presunta prevaricación, según la izquierda, de presunto tráfico de influencias, según Casado, a nada. La explicación de Ayuso le pareció satisfactoria, pese a que la propia Ayuso, cuando le preguntaron por cómo había ido la reunión con su jefe, dijo que “oscura” e “infructuosa”… Fue “infructuosa”, según ella; sin embargo no pudo dar mejores frutos. Casado se apartaba de la lucha con el rabo entre las piernas, habiéndose sometido a uno de los descréditos más importantes que la historia moderna pueda recordar, dejando en el subsuelo sus posibilidades de seguir acaudillando a un partido, cuyos militantes le miran perplejo sin entender nada, sin saber si podrá mantener a Teodoro García Egea al frente de las cloacas del partido, y con un enjambre de dudas rodeándolo a él y a la propia Ayuso.
De la misma forma que Casado tendrá que dar explicaciones sobre el uso de detectives privados para investigar la vida y milagros de Ayuso, y en esas explicaciones es prácticamente imposible no vincular a ese ser metafísicamente innoble como es Carromero con Teodoro García Egea, la presidenta de la comunidad de Madrid tendrá que dejar bien claro lo que ahora está muy negro: las andanzas de su hermano con la empresa Priviest Sportive, la cual nunca había trabajado para la comunidad de Madrid y que se entiende que se creó a propósito para el negocio de las mascarillas.
De mascarillas sabemos mucho en esta emisora. Hemos visto unas cuantas facturas de empresarios que le entregaron al gobierno unas cuantas miles cuando el Gobierno de Torres apenas acertaba a ubicar China en el mapa. Es lo mismo que pasó en el resto de las comunidades autónomas. También en Madrid. Se supone que el hermano de la presidenta se percató al instante de la necesidad por lo que creó la oferta, como tantos otros. Pero de repente lo que era una comisión de 283.000 euros -más de un 20%- se ha convertido en 55.000 euros, un poco más lógica, y sólo por usar su influencia en China “y no en Madrid”.
Las actividades del hermano de Ayuso rechinan pero eso no es suficiente para demostrar la existencia de un delito. Sí pueden ser suficientes para extraer un relato moral, pero la moralidad y la ética no cuentan para la Justicia. La izquierda ha hablado de prevaricación, cohecho y tráfico de influencias no sólo con ese contrato sino con algunos más. En todos los supuestos hay que demostrar una voluntad para cometer el delito; y en el de cohecho y tráfico de influencias, hay que demostrar que se dio una orden, o una sugerencia de esas características, y que hubo un cobro por parte de Ayuso. Eso es imposible de demostrar. Es muy probable que la presidenta de Madrid no estuviera demasiado fina con su hermano, pero de eso a tirar su existencia política por la borda con un delito tan burdo, eso no es posible.
Desconocemos si Casado está muerto del todo, o si todavía es útil para algo. Es obvio que retrocedió el sábado por la presión de sus barones que lo amenazaron con un congreso extraordinario, y con un candidato alternativo, Núñez Feijoo. Es obvio, una vez más, que Ayuso tiene estrella, como pocos políticos. El miércoles por la noche soltó la especie de que estaba investigada por Casado; el jueves sacó de la madriguera a Casado para defender su innoble investigación; a continuación, en una rueda de prensa memorable, atacó a su presidente como si no hubiera un mañana, calificándolo de “cruel”, y de ponerse de acuerdo con Moncloa para acabar con ella; el viernes por la mañana, Casado siguió insistiendo en que Ayuso había cometido un delito; y el sábado por la tarde, Casado sacó la bandera blanca, superado por un acontecimiento con el que intentó chantajear a Ayuso y que ella utilizó contra él en la semana en la que dependía como nunca de Vox en Castilla y León.
Bajo nuestro punto de vista los dos políticos están tocados aunque no exactamente igual. Casado se ha quedado sin futuro. Es el tercero en lista de Sánchez, tras Pablo Iglesias y Albert Rivera. A partir de ahora es un líder débil, imprudente, inmaduro, incapaz de controlar sus impulsos más primarios, absolutamente prescindible. Su forma de operar sí merece una rigurosa investigación. La señora Ayuso, por su parte, no puede ser más líder de lo que ya es. Su deseo inocultable de ser la candidata conservadora para las generales de 2023 pasa por dejar muy claro, incluso éticamente, cómo pasó lo que pasó con su hermano. Lo normal es que el PP se una a una tercera vía y que esa vía sea definitivamente la de Núñez Feijoo, que es el único, con la propia Ayuso, que puede parar a Vox, y superar al actual pacto de izquierdas.
Todo lo que tenga que pasar tendrá que hacerlo muy rápido. La vergüenza que han pasado los votantes del PP, y el hecho de que unos cuantos ya hayan dicho que votarán a Vox, obliga a medidas drásticas y rápidas. Lo de Casado pueden ponerlo en esas listas épicas de “grandes políticos” que le entregan el poder a sus enemigos. Por aquí tuvimos uno que fabricó el pacto cuatripartito presidido por Torres. Lo de Casado aún descocemos su alcance. ¿Es el hombre que le dio el control del espacio conservador a la ultraderecha? ¿Es el hombre que le dio el control del centro al Partido Socialista?… La política es lo que ustedes quieran, pero los ingenuos y los buenistas no tienen posibilidad alguna.
Sánchez gana sus batallas porque es un asesino excepcional. Y Ayuso se cargó a Casado porque tenía a su lado al mejor “asesino” de la época de Aznar: “Miguel Angel Rodríguez”; él es el padre de esta victoria.
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