Francisco J. Chavanel
Le digo a mi interlocutor para qué, para qué ha servido tanta intriga, daño, instigación, estupidez, deseos mórbidos de salirse con la suya, tanta demostración de fascismo y de falta de inteligencia democrática; para qué aquella victoria devenida en derrota, para qué esta derrota concluida en devastación.
Y pienso en Chano Franquis y en aquella conversación que mantuvimos telefónicamente cuando comenzó todo. Encendidos, airados, profundamente enfrentados, dos personas que habían construido una amistad a lo largo de los años, un respeto entre profesionales que no cruzaba la frontera entre el bien y el mal. Cuánta cabezonería, cuánta sinrazón. Es que no podemos ceder ahí, Paco, si cedemos es como permitir que cualquiera haga lo que quiera y, desde siempre, la Agrupación Socialista de Las Palmas es la que manda en el Ayuntamiento de la capital. Eso me dijo.
Por supuesto que pensé que me mentía, que carecía de razón alguna, todos hemos conocido unos cuantos alcaldes socialistas que hicieron lo que creía conveniente por más que la agrupación los rodeara de “controladores aéreos”… Le expliqué: todo el poder es tuyo, tuyo y de Ángel Víctor (Torres), el poder en Gran Canaria, y el poder en el Archipiélago, tienes a todos contigo y Tenerife se aquieta, debilitada, y aún así, ¿te lo vas a jugar todo porque lo quieres absolutamente todo, por pretender el vasallaje del alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, uno de los pocos alcaldes que tiene el PSOE en España, un señor que debiera ser el candidato regional del partido, que ha hecho una gestión más que bendecible en un tripartito incómodo, sólo porque tú eres el que tiene que darle las órdenes?
En estas conversaciones siempre se abre uno o varios silencios incómodos. El último silencio sonó a ruptura. No te voy a dejar, Chano, le dije; vas a perder. Eso vamos a verlo, respondió, hay mucho por hacer… Estaba decidido. Completamente. Sin lugar a duda alguna. Hidalgo debía ser exterminado por no pasar por su despacho, por tener criterio propio, por no hacerle caso a saber en qué negocios, en qué acuerdos con lobbys que se habían dirigido a él pidiéndole favores o lo que fuera. Era evidente. Obvio. Hidalgo, al que él colocó en la rampa de salida municipal cuatro años antes, tenía un criterio autónomo y eso era un peligro para su crédito.
Las elecciones las perdió Franquis, como todos sabemos. Las “ganó” por siete votos de diferencia pero de qué forma. Abriendo todo tipo de sospechas sobre el censo, generando una grave crisis social en el partido, quebrantándolo y creando confusión y división. Hasta la fecha Hidalgo no disponía de ejército en el Partido Socialista. Apenas algunos amigos, escuetos seguidores en cualquier caso. El control absoluto era de Franquis y de los “chanistas”. El ataque endiosado de Franquis le dio a Hidalgo 300 militantes que se juramentaron en defenderlo. Un regalo. El disparate “chanista” llegó a Madrid a través de varias denuncias de militantes perjudicados. Pedro Sánchez huía de otro escándalo que inevitablemente derivaría en una erosión de su propia imagen. Lo último que deseaba era hacer justicia en Las Palmas de Gran Canaria, aunque sabía de sobra de las mañas de Chano Franquis, al que había expulsado de su lado, y de su amistad, cuando se dedicó a pastelear con Susana Díaz, apoyándola en las Primarias contra Sánchez y, al mismo tiempo, apoyar a Sánchez contra Susana. El doble juego enrabietó a Sánchez, que se dijo nunca más, nunca más me rodearé de desleales y de cobardes como me ha sucedido con la mayoría de mi cinturón de castidad. Cavó la tumba de Franquis y esperó el momento del entierro.