Javier Jubera, jefe del laboratorio de la Consejería de Obras Públicas del Gobierno de Canarias, señala que los niveles encontrados son inferiores a los señalados por el Consejo de Energía Nuclear.
El Gobierno de Canarias, a través de las dos universidades, ha puesto en marcha un estudio para valorar la presencia del gas radón en los inmuebles de las islas, una vez que la Agencia de la Energía Nuclear hubiese creado cierto alarmismo sobre la situación de Canarias.
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Javier Jubera, jefe del laboratorio de la Consejería de Obras Públicas del Gobierno de Canarias, indica que la Organización Mundial de la Salud ha reconocido que la excesiva presencia de gas radón es dañina para la salud. Por ese motivo, la Unión Europea ha puesto en marcha campañas para limitarlo en los lugares de trabajo y las viviendas. A su vez, el Gobierno de España ha confeccionado una serie de mapas para determinar el nivel en cada uno de los municipios del país.
Desagregación municipal
Sin embargo, indica Jubera, la desagregación municipal no es adecuada al caso de Canarias, pues un mapa municipal no representa la realidad, ya que dentro de un mismo municipio se pueden encontrar diversos tipos de suelo, lo que supone que en una misma localidad haya zonas de riesgos y otras que no.
De las cuatro zonas de Canarias que se llevan analizadas, que se corresponden con los cuatro principales municipios en población, resulta que en Santa Cruz de Tenerife es prácticamente inexistente el gas. En el caso de La Laguna, su presencia es muy baja en la zona fronteriza con la capital de la isla, y se va incrementando a medida que se extiende hacia Tacoronte.
En el caso de Las Palmas de Gran Canaria, los niveles son bajos, aunque aún no se han alcanzado las conclusiones definitivas. En la zona baja de Telde, el riesgo es casi nulo, mientras que en las zonas altas puede ser necesario tomar alguna medida.
Emanaciones del uranio
El gas radón procede del uranio que está presente en las rocas y puede filtrarse a través de la corteza terrestre. Si se diluye en el aire es inocuo para la salud, pero puede penetrar en las viviendas por las fisuras de los edificios y concentrarse dentro. La principal medida para evitarlo es la ventilación, pero en ocasiones es preciso extraerlo por medios mecánicos.