Nisa Guede, responsable de explotación de la red de alcantarillado y estaciones de bombeo de Emalsa, detalla los diferentes controles para asegurar la desodorización del sistema.
Emalsa realiza hasta 12.000 actuaciones cada año para asegurar el buen funcionamiento de la red de alcantarillados, una de cuyos elementos centrales es evitar los malos olores, según señala Nisa Guede, responsable de explotación de la red de alcantarillado y estaciones de bombeo de la compañía.
Afirma que gran parte de estos malos olores se deben al sulfuro de hidrógeno, el conocido olor a “huevos podridos” producto de la descomposición bacteriana y detectable por el olfato humano a concentraciones muy bajas. Apunta que estos malos olores se producen de forma más notoria en climas cálidos, pero se pueden combatir con varios sistemas de tratamiento, como los desodorantes a través de probióticos, que atacan las bacterias que producen el mal olor. Esta solución es ecológica y sostenible con el medioambiente. Asimismo, se recurre a inyecciones de ozono para la desodorización ambiental.
Vertidos y agua salada
Otros factores que pueden incrementar los malos olores son los vertidos incontrolados a la red, ya que producen reacciones. También las infiltraciones de agua salada, debido a la cercanía al mar, empeoran la situación. A esto se añade la temperatura, pues cada grado aumenta un 7% la concentración de sulfuro de hidrógeno.
Además, la existencia de grandes colectores en zonas de poca pendiente, como la parte baja de la ciudad, que está a cota cero, aumenta los tiempos de retención de las aguas residuales, lo cual se complica por la baja dotación de agua de abasto debido a la concienciación social, “lo que hace que el agua residual tenga una mayor concentración que la media de la península”.