El presidente de la asociación Tierra Bonita de La Palma lucha por construir un relato verdadero, «porque nos remuerde la conciencia de cómo se hizo y cómo se podía haber hecho».
El presidente de la asociación Tierra Bonita de La Palma, Francisco Rodríguez, lucha por construir un relato «verdadero» del la erupción del volcán de La Palma porque, a su juicio, «nos remuerde la conciencia de cómo se hizo y cómo se podía haber hecho». A este respecto, están dispuestos a llegar a las instancias europeas para conseguir las actas de la gestión de la emergencia.
Señala que el primer dato objetivo que pone en duda la gestión es que a las 15:12 del día de la erupción, el semáforo de peligrosidad estaba en amarillo, «lo que significa que la población debía estar prepada y evacuada», pero no se hizo: «Se improvisó todo, pero se pusieron recursos y se pudo comenzar a gestionar».
Un manto de ceniza
Indica que la población se encontró repentinamente con un manto de ceniza, con el olor a gases y a azufre y con la gente «haciendo correcalles». A pesar de que, en algún momento, se pudo volver al trabajo y a los colegios, las personas lo hacían con los rostros tristes, «cuando además veníamos del covid-19».
Señala que las personas pudieron volver a sus casas por veinte minutos a rescatar sus cosas, acompañados por los bomberos, y «la gente estaba como zombie, porque no sabían qué coger».
De todo esto, salva la buena suerte de que, salvo una persona, no haya habido más pérdidas humanas, «pero hay personas olvidadas, aunque no hayan perdido la vida. Las vidas siguen muy rotas y quebradas».