Antonio Piñeiro, director de Operaciones de Emalsa, nos recuerda la historia de cómo la ciudad ha llegado a su actual sistema de abastecimiento.
Dotar de suministro de agua de riego y abasto a la isla de Gran Canaria no ha sido una tarea sencilla, como señala Antonio Piñero, director de Operaciones de Emalsa. Los orígenes se remontan a 1478, con la conquista de Canarias cuando Juan Rejón es exhortado por los aborígenes a desistir de su idea de instalarse en Gando y buscar la alternativa a la orilla del río Guiniguada.
A medida que se produce un aumento de la población y comienza a observarse que la fuente del Guiniguada se hace escasa, se descubre en Tejeda la presencia de aguas subterráneas, por lo que se pide una autorización minera a los reyes católicos. A partir de ahí se construye un túnel de 342 metros para surtir de agua a toda la isla. No obstante, las desavenencias entre las distintas heredades, obliga en 1736 a la Audiencia a repartir el caudal del agua de la mina entre los distintos solicitantes de riego y abasto.
En 1780 comienza a plantearse la idea de construir un acueducto en Fuente de Los Morales, algo que se materializa en 1792, no sin sufrir varios percances debido a los temporales.