Moreno señala que la presunción de que lo que decimos es verdad es lo que hace posible la vida social, pues si todas las personas mintieran en todo momento sería inimaginable que se pudieran constituir una comunidad “porque nadie daría pie con bola”. La verdad permite la coordinación de la acción, que es la clave de la vida social.
La verdad juega un papel tan importante, dice el periodista, que hace posible la mentira, “pues el mentiroso se aprovecha de que los demás están desprevenidos y de que son verdad-dependientes”.
El problema, señala el periodista, es que somos tan dependientes de la verdad que “no siempre es posible castigar la mentira como se merece” porque si castigáramos sistemáticamente todas las mentiras “nos quedaríamos sin sociedad”. Por tanto, no es que la sociedad necesite cierta cuota de mentiras sino que “no puede hacer mucho por erradicarlas en su totalidad, porque siempre será tentador mentir”.
Sin embargo, la mentira sistemática si puede llegar a ser fuertemente castigada con la marginación, aunque esto, dice, es algo que “raramente ocurre con un político”. La mentira, concluye, impide la coordinación de la acción sincera y la sustituye por la violencia.