El libro ‘Canarii: La génesis de los canarios desde el mundo antiguo’, del conservador del Museo de Arqueología de Tenerife, José Juan Jiménez, desmiente que los canarios comieran sistemáticamente carne de perro.
Jiménez señala que la falsa creencia se remonta a 1583, cuando un mercader de vinos británicos hizo una visita las islas y se interesó por la historia de los aborígenes. En uno de los testimonios se recoge que los ancestros comían carne de perros castrados. Y, a partir de ahí “se sistematizó y propagó esta falsa tradición por parte de cronistas locales”.
Se trata, dice el experto, “de una mala compresión de los textos que llevan a creer cosas que no sucedieron realmente”. Así, es obvio que en las islas existían perros y que, en algunos puntos de América y Europa existía la costumbre de la cinefagia. Pero no es obvio que eso sucediera en Canarias, donde “los datos arqueológicos muestran el consumo de carne de vacas, cabras y cerdos”.
Según el rastreo de los inventarios de materiales arqueológicos que ha realizado Jiménez, solo “en unos pocos casos e insignificantes había indicios” que apuntaran al consumo de carne de perro, pero en ningún caso de forma generalizada. Asimismo, las fuentes locales tampoco hacen referencia a la cinefagia.