Las periodistas Marian Álvarez y Javier Moreno dialogan sobre los distintos usos de la violencia a propósito de las manifestaciones en defensa de la libertad de expresión.
Javier Moreno señala que los efectos de la violencia son tan profundos que Karl Marx acabó considerando que el machete, y no las ideas, era lo que hacía avanzar la historia. Para llegar a esa aseveración le bastaba con leer los doce libros que conforman el Antiguo Testamento, toda una exaltación de la agresión como la forma de cambiar las cosas: “Incluso el juicio final no es más que una fiesta macabra de fin de curso en la que dios se deleita arrojando la peña a los barrancos del infierno”.
Incluso el Estado liberal en el vivimos es hijo de las distintas teorías sobre el regicidio que dieron legitimidad a expresiones como la revolución francesa, la revolución americana y de las innumerables guerras de independencia, “ninguna de las cuales se ganó mediante juegos florales”.
Se afirma que una vez instituido el Estado, a este se le reserva el dominio de la violencia legítima, “lo cual no es cierto”, pues la defensa propia de los particulares, la violencia para repeler la violencia es exactamente igual de legítima: “Para que la violencia sea legítima, tiene que estar moralmente justificada, y eso se aplica al Estado y a cualquier particular”.
La alternativa a la violencia, muy particularmente la “violencia estructural” que da forma al Estado, es el diálogo: “Donde hay un diálogo genuino, la violencia nunca está justificada”. “Pero un diálogo genuino no consiste en un monólogo en el que los que tienen el poder convencen a los que no lo tienen de lo bien que van las cosas”, señala Moreno, pues como alguien afirmó una vez, resulta cómodo condenar la violencia para aquel que habla “desde la atalaya del que se siente escuchado y tiene un medio en el que expresarse”.